Una comunidad de Rabolargo, en Cereté, logró recuperar su soberanía alimentaria

Informe de Luisana Riveira Oñate, periodista y estudiante del Diplomado en Cambio Climático de Uniminuto y la cooperación alemana GIZ.
3 años atrás

El humedal Playón Comunal El Vichal fue la fuente de sustento de cientos de familias en el corregimiento Rabolargo en el municipio de Cereté, en el departamento de Córdoba hasta el 1977, antes que el accionar de un particular lo interviniera y acabara con la fauna y flora que allí habitan al habilitar canales por dónde extraían el agua, como lo recuerda el señor Fabio Orlando Alean, Representante legal de Asociación de Usuarios Campesinos de Rabolargo, Asuca.

Organizados a través de esta asociación lograron recuperar la soberanía alimentaria, luego que la Agencia Nacional de Tierras les entregara, bajo el modelo de uso y manejo de tierras, 202 hectáreas para producción y 60 hectáreas para conservación.

“Nos decían que estábamos locos, ustedes no van a lograr eso, ustedes no son capaces; demostramos que sí se pudo”, recalcó el señor Fabio.

Esta comunidad es un ejemplo no solo de trabajo colectivo sino de adaptación y mitigación del cambio climático, porque entendieron que pueden aprovechar la tierra para su sustento y cuidarla a través de prácticas tan sencillas como usar la cáscara del frijol que cultivan para abono, antes la quemaban; o sembrar teniendo en cuenta las temporadas de sequía y de lluvias, para que el suelo se mantenga vivo y se recupere.

Las mujeres tomaron las banderas

Entre los 50 beneficiarios de Asuca, está Delma Díaz, quien a su vez conformó, en medio de la pandemia, en el año 2020, la Asociación de Mujeres Campesinas y Emprendedoras de Rabolargo, Amcer, que ha germinado igual que una semilla y hoy está viendo los frutos del proceso que iniciaron cuando decidieron unirse. Ellas, eran compañeras y vecinas que empezaron a ver cómo la pandemia encareció los productos que hoy cultivan, y empezaron a sembrar para asegurar el sustento de sus familias y, al mismo tiempo, llevar la comida a la mesa a cientos de hogares a través de la comercialización.

Amcer, está conformada por 48 mujeres, el 50% de ellas en edades entre los 17 y 25 años, que hoy son el relevo generacional, y que representan también la esperanza del campo, teniendo en cuenta que según estadísticas del Dane en Colombia el rango de edades de personas que habitan en el campo está entre los 41 y 64 años, es decir, no hay jóvenes que cultiven la tierra en el país.

“Si a un niño lo ponen a sembrar y a cuidar una planta, le nace el amor por la naturaleza”, expresa Delma, por lo que las mujeres que conforman la asociación acostumbran a llevar a sus hijos e hijas a ayudarlos en las labores del campo.

El relevo generacional

Yuliana Martínez es una joven de 19 años, estudiante de quinto semestre de Ingeniería de Alimentos, quien junto a su hermana y su mamá, quien es cabeza de hogar, aprendió que cultivando la tierra sin hacerle daño, logran que las especies regresen a su hábitat y le devuelven la vida al humedal, que hoy ya recibe a especies como el chavarrí, malibú, viuda, hicotea, babilla, aves y patos, entre otras, que habían desaparecido de la zona.

“Mi mamá se ganaba la vida recogiendo algodón o lo que estuviera cultivándose. Yo no tenía esa conciencia del antes y después de este humedal, pero todos los días salimos a cultivar para también recuperar la economía de esta zona, porque las mujeres también podemos aportar en la casa”, expresa Juliana luciendo un turbante de colores para cubrirse un poco del sol.

Esta experiencia de la comunidad de Rabolargo demuestra que sí es posible llevar a cabo procesos que transformen hábitos en prácticas sostenibles a través de la asociación, como señala el señoe Fabio Orlando Alean, quien recomienda organizarse, “porque trabajando cada uno por su lado no se llega a ninguna parte”.

Asociarse es la forma de acceder a proyectos productivos del Estado y o a las iniciativas que promueven la organizaciones no gubernamentales y privados como el programa de apoyo al cumplimiento de las metas climáticas de Colombia, ProNDC, en coordinación con los ministerios de Ambiente, Agricultura, Departamento Nacional de Planeación y la cooperación alemana para el desarrollo, GIZ y Uniminuto.

Ellos lograron recuperar su soberanía alimentaria y el humedal El Playón Comunal El Vichal, un proceso que tardó 40 años, pero nunca desfallecieron, al contrario, ante las adversidades siempre mostraban resiliencia y salían adelante, porque sabían que de ese ecosistema dependía su vida y la de sus familias.

Hoy saben que cuidándolo y conservandolo también mantienen el agua en épocas de menos lluvias y que las especies de animales llegan de nuevo para darle vida.