Política a lo grande: desarrollo y crecimiento

Por Boris Zapata Romero


A un año, desde ahora, se estarán realizado los exámenes de rigor frente a los resultados de quiénes hoy gobiernan, pero lo más importante, estaremos frente a una nueva oportunidad de encontrar sendas de crecimiento y bienestar, habremos elegido nuevos gobernantes locales.

Para quienes inicien en lo local sus gobiernos, hay una situación muy especial, y es que coinciden con un gobierno nacional que retomó el camino de encontrar paz, como requisito necesario para el crecimiento económico, el desarrollo regional y el bienestar social. En ese sentido, es importante ubicarse en el momento histórico que transitamos como nación, que describe muy bien León Valencia y Ariel Ávila en su libro “Los retos del postconflicto”, al indicar que estamos en un momento de construcción de la confianza, previo al periodo de normalización.

Mencionan a Charles Tilly, y los principios de creación de confianza gobierno – ciudadanos, que indican que para construir esta red de confianza, se debe caminar hacia la disolución de las redes confianza segregadas, para luego integrar a la red de confianza a los antes segregados, y finalmente, crear nuevas redes de confianza políticamente conectadas.

Este tema, es clave para lo que viene en materia de legitimidad en lo local. No entender esa desconfianza que siente el pueblo en general de sus gobernantes y de las instituciones públicas, evita que por mucho que se realicen esfuerzos genuinos para mejorar la situación que atraviesa la mayoría, sean estos recibidos con desconfianza e insatisfacción manifiesta.

Para eso, los nuevos gobiernos deben implementar conceptos como el de la co-creación, de manera que incluyan a la sociedad civil organizada, el sector productivo y la academia, en los procesos de creación de valor.

Compartir la creación de valor con los ciudadanos, no es renunciar al poder de representarlos, es lograr con metodologías probadas, que se encuentre un propósito común y con ello legitimar ese poder delegado; así, las acciones emprendidas terminan siendo bienvenidas, acogidas y validadas, de manera suficiente para poder caminar con un norte claro y definido, si no por todos, por la mayoría – esto no es fórmula para la unanimidad, hay que entender que siempre existirán diferencias en las lógicas de cómo se gobierna, y para qué se gobierna-.

En este último sentido, me gusta la frase de la profesora Mazzukato cuando indica que “hay que hacer que el propósito forme parte del centro de la gobernanza”.

Últimamente, he tenido varias conversaciones en las que insisto que la manera de ir dejando atrás la pobreza y la exclusión, tiene que ver con encontrar liderazgos que sean arriesgados en las formas cómo se gobierna. No se puede esperar resultados distintos, en las mismas lógicas de gobernar, y en las mismas incompetencias demostradas que rodean los métodos de la política menor – la que piensa en votos y clientela-, en vez de intentar la política a lo grande – la que piensa en desarrollo y crecimiento-.

La visión de futuro debe ser abundante, debe ser prolífica, debe ser todo lo contrario a la escasez de perspectiva, a la mendicidad de ideas, a la falta de claridad y propósito. Por eso creo que es importante, que los próximos gobernantes se aparten del miedo a fracasar, y hagan apuestas de alto riesgo. Esa capacidad de arriesgar por lo alto para ganar por lo alto, implica primero, la vinculación de todos los actores posibles, tanto en la construcción del propósito – el mediano y largo plazo-, como también en el momento de las acciones – el corto plazo-.

Y segundo, implica necesariamente inversiones mayúsculas en temas de investigación, desarrollo e innovación, para que apalanquen los procesos de desarrollo y crecimiento. El estado a todo nivel, debe estar presente para allanar el camino a través del musculo inversor, y permitir que la academia, la sociedad civil y la empresa privada, hagan su parte en la creación de valor.

Hoy, que se vislumbra el departamento como receptor de inversión para energía solar, se puede tomar como ejemplo el proyecto SunShot en EEUU, que en el 2011 se propuso como objetivo bajar a 0,06 dólares el costo del kilovatio hora de energía solar – esos son 300 pesos colombianos de hoy-, en un término de 9 años. Lo lograron en 6.

Ya en el 2017 tenían cumplida la meta, y la razón es que establecieron una misión de país, a la que se sumaron empresa privada y universidades, grupos de presión y otros actores públicos. ¿Será que no somos capaces de fabricar los paneles y algunos componentes en un lapso de, por decir algo, 8 años? La respuesta es sí. Eso va requerir que se invierta en CTeI. Píntela gobernante, que hay quien la coloree.

Por supuesto, lo anterior es un ejemplo; hay muchos temas en los que deberían centrarse los gobernantes, pero cualquier apuesta que valga la pena, que realmente quiera derrotar la pobreza y ponernos en la senda del crecimiento y el desarrollo, pasa por la construcción de una nueva relación de confianza gobierno-ciudadanos, por la vinculación de los actores sociales en la creación de valor, y por necesarias inversiones en I+D+i.