Por: Luz Hernández
Córdoba es dueño de un legado cultural único. Este departamento vestido por uno de los valles más productivos del mundo y engalanado por el majestuoso río Sinú (uno de los ríos más importantes en la vertiente del Caribe), guarda en su interior un sinfín de tradiciones y costumbres casi mágicas, que por muchos años han trascendido de generación en generación a través de la historia.
El municipio de San Pelayo ubicado al norte del departamento y a 24 Km de distancia de Montería, la capital ganadera de Córdoba, atesora el festival que enaltece el género musical que ambientó escenarios e historias fascinantes y que hoy es interpretado a nivel mundial: el porro.

El Festival Nacional del Porro es un evento que procura homenajear este ritmo alegre de origen africano que tantas historias de amor a tejido y molestos ‘tropezones’ ha hecho olvidar. William Fortich Díaz, historiador cordobés y parte del equipo fundador del Festival, citado en el libro Tributo al Porro (2016) dice que, «El Festival Nacional del Porro empezó como un concurso de bandas (agrupación musical integrado por instrumentos de viento y percusión) y de obras musicales inéditas… todavía vigente», actualmente San Pelayo se prepara para festejar la versión número 40 “Porro tradición viva”.

La realización del Festival generosamente procura salvaguardar la popular cultura costeña a través de las manifestaciones folclóricas, entre esas el Fandango, la puya y la cumbia. Estos, al igual que el porro vivifican el cortejo natural que existe entre el hombre y la mujer sabanera en su coreografía.
La rueda de fandango
El fandango es uno de los bailes más representativos y con mayor difusión en las sabanas de Córdoba. El encuentro se da entre la banda y los bailarines, la banda de músicos se ubica en el centro y los bailarines llevan el ritmo alrededor.

El registro más preciso del que se data la rueda de Fandango lo hace el doctor e historiador sincelejano, Inis Amador Paternina, en una de sus crónicas. En algún momento de la historia, la iglesia quiso prohibir los bailes tradicionales en los pueblos, y el Rey le solicitó al gobernador Don Gregorio de la Serra un informe sobre estos bailes. El gobernador describió el baile como una rueda compuesta por hombres y mujeres, quienes en pareja van pasando al centro a improvisar y a ´aletear´ al ritmo de la música.
El ‘Velazo’
El velazo es la defensa con la que cuenta la dama en la coreografía del baile, aunque sea el hombre quien le entregue las velas. El careo indica que el cortejo ha iniciado. La búsqueda incansable del hombre por ganarse la confianza de la mujer lo lleva a agotar todos los recursos de galantería, entre esos ponerle el sombrero. En medio de este coqueteo si la mujer se siente presionada, aleja al hombre con la amenaza de dejarle caer un chorro de cera derretida. A esto se le conoce como ‘Velazo’.
El tocado
La flor de Icaco y la de Bonche eran el tocado preferido por las mujeres de la época. La elegancia que buscaban transmitir las damas en los bailes, la veían reflejada en estas flores que, además de populares, ofrecen una amplia gama de colores para combinar con cualquier vestuario.

María Varilla
“Báilame el porro, María Varilla // Morena bella, María Varilla // India alegre, María Varilla”
María Varilla es icono de la cultura cordobesa y protagonista de una historia: cuentan de ella que después de pasar todo el día en su oficio (planchando ropa), llegaba a los fandangos por la noche y no se sentaba. Las velas nunca le faltaron, como tampoco la elegancia con la que podía sostener botellas de licor en su cabeza mientras sus caderas se movían con cadencia al son del porro. El porro que entonaba la banda de turno al ella decir “tócame la que me gusta a mí”. Su contextura delgada, su coquetería, y elegancia para marcar el ritmo de un fandango en sus caderas la caracterizaban. De ella poco se ha documentado, y como la precisión de los testimonios orales es subjetiva, mejor unos versos:
Murió María
Pablito Flórez
Qué dolor tan grande el que ella tenía,
Se cansó de llamarme y yo no la oía,
Se murió solita, sin ningún consuelo,
Sus huellas bonitas, se tragó este suelo,
Se llamó María, María Varilla,
Cien velas prendía, bajo las que brillan…
Hoy, solo un recuerdo, el Sinú recorre,
Es un bello porro, que lleva su nombre,
Y una estatua nueva en Pelayo, al lado de la tarima,
Como hizo Cartagena con la India Catalina.
El encanto que hipnotiza a los cordobeses se evidencia en la ansias con las que cada año esperan sus fiestas y ferias, para esta época las mujeres desempolvan sus polleras y los hombres alistan el sombrero de 21 vueltas, infaltable en el Alba Pelayera que oficialmente le da inicio al Festival Nacional del Porro cuando las bandas entonan al unísono el característico “Uun, dos, treees, cuuaa”.






