Opinión/ Por Manuel Medrano. Recientemente escuché un murmullo lejano, que el viento sutil trajo a mis oídos , de un cantor que con notas melodiosas invitaba a una reunión, presidida por el señor alcalde de Sincelejo, Jacobo Quessep Espinosa, con la finalidad de desenterrar el Festival Sabanero del Acordeón que yace felizmente muerto y sepultado, gracias a la falta de liderazgo y sentido de pertenencia de quienes no valoraron en su justo momento la importancia de una música que creció en el Bolívar Grande, y se convirtió en el legado que heredaron los departamento de Córdoba y Sucre, y que floreció con el advenimiento de los Corraleros de Majagual convirtiéndose en la carta de presentación en los escenarios internacionales, y el Maestro Aniceto Molina, quien viajó a México y conformó allí su plataforma de éxitos que le ayudaron a conseguir su pasaporte hacia Texas, Estados Unidos, donde logró convertirse en una súper estrella interpretando la música sabanera .
Máximo Jiménez para ese entonces se convirtió en el Juglar de la canción social, impregnada de denuncias y lamentos por la exclusión del campesino y su pobreza ancestral. El gran escritor David SánchezJuliao, nacido en Lorica departamento de Córdoba, nos regaló esa joya inigualable de nuestra música titulada el Indio Sinuano y que fue interpretada magistralmente por Alejandro Durán, Máximo Jiménez y Alfredo Gutiérrez.
El argumento para revivir el Festival es rescatar la música nuestra, pero la única forma de conseguir este objetivo es empezando por descorronchizar la música sabanera que se quedó sin compositores, sin grandes voces, y sin acordeoneros, porque estos durante todo el año se la pasan practicando para ir a participar al Festival de la Leyenda Vallenata, lo que ha provocado que hayan olvidado el sentimiento y la inspiración de la música de la sabana.
Puedo decir sin temor a equivocarme que si Calixto Ochoa, no hubiese emigrado de su pueblo natal, Valencia Cesar, y arribado a Sincelejo donde bebió de la fuente inspiradora de la paisajística sucreña, no hubiera parido su gran obra, la cual hoy es patrimonio nuestro, y lo convirtieron en un Caribe Inmortal, con canciones como Playas Marinas, Los Sabanales, Martha y el Africano que le dio la vuelta al Mundo.
Hay que escuchar al Maestro Adolfo Pacheco, uno de los pocos juglares vivos que quedan por estos lares, su obra es irrepetible: El Viejo Miguel, La Hamaca Grande, El Mochuelo, Mercedes entre otras.
Si piensan revivir el Festival deben aprovechar el apoyo del señor Alcalde, Jacobo Quessep, y comenzar a descorronchizar la música sabanera, haciendo unos talleres de creación literaria para los compositores, porque la música es poesía y unos talleres de voces para los cantantes.
La música necesita estar henchida de contenido y de poesía; para la muestra recordamos al Indio Sinuano: Yo soy indio de los puros del sinú/ yo son indio cholo/ chato y chiquitín/esta tierra es mi tierra bis/ este suelo es mi suelo/a mi casa llegó un día el español/ y del oro de mis padres se apropio/ y la tierra de mi abuelo como guaca exploró/ y mi tierra me quitaron de las manos/ desplazados quedé yo con mis hermanos/ al abrigo de los vientos/ refugiado en los pantanos/ y mi nombre destruyeron para siempre/ con sus nombres bautizaron a mi gente / Los Chimá son los Rodríguez/ Los Araches son los Sánchez/muchas cosas que los blancos creen de ellos/ son producto de la raza e mis abuelos/ como el bollo, la hicotea huevo e iguana y el sobrero/ y mi historia la contaron al revés/ y me dejaron pocas cosas que decir / y lo único que queda de mi raza lo usaron para burlarse de mí.






