En un silencioso operativo, los bomberos del Vaticano instalaron este viernes 2 de mayo la emblemática chimenea sobre el techo de la Capilla Sixtina, marcando la fase final de los preparativos para el inminente cónclave que elegirá al sucesor del fallecido Papa Francisco.
Este tubo metálico, apenas perceptible para los miles de turistas que recorrían la Plaza de San Pedro, se convierte ahora en el punto focal de la cristiandad mundial. Desde el próximo miércoles 7 de mayo, 133 cardenales menores de 80 años se encerrarán bajo los célebres frescos de Miguel Ángel para iniciar el proceso de votación.
El sistema de comunicación mantiene su centenaria tradición: dos estufas conectadas a una única chimenea. En la primera se quemarán las papeletas de votación; la segunda, equipada con dispositivos modernos, producirá el característico humo mediante compuestos químicos. Negro si no hay consenso; blanco cuando el mundo tenga un nuevo pontífice.
El cónclave 2025 se desarrollará con un riguroso protocolo de aislamiento. Los purpurados celebrarán cuatro votaciones diarias (dos por la mañana y dos por la tarde) permaneciendo completamente incomunicados del exterior. El Vaticano ha implementado medidas de seguridad tecnológica sin precedentes, incluyendo bloqueadores de frecuencia y protecciones anti-drones para garantizar la absoluta confidencialidad de las deliberaciones.
Entre los 133 electores, solo hay dos ausencias confirmadas por motivos de salud, incluido el cardenal español Antonio Cañizares. Los expertos vaticalistas anticipan un cónclave potencialmente divisivo, reflejando tensiones internas sobre el rumbo futuro de la Iglesia tras el transformador pontificado de Francisco.