
Un viernes del mes de mayo de 1987 me hallaba preocupado porque en 2 días sería la fecha conmemorativa a las madres y no tenía nada para darle a mi progenitora. Tan solo llegaba a los 7 años de edad y aún llevaba merienda en lonchera al colegio. No había manera de ahorrar. En esa incertidumbre de la inocencia, se me dio por escribirle un poema. Y así fue, me encerré a dejar que la inspiración ejerciera la supremacía de sus virtudes y guiara mi mano en medio del papel. Por supuesto que mis padres se sorprendieron de semejante gesto en la precocidad de su hijo. A los pocos días llegó mi mamá con un regalo para mí, el libro “Tizones en tierra” de Guillermo Valencia Salgado. Poesía bucólica, verso rimado y verso libre que me fue agradable. Desde ese momento comenzó una relación con los libros. No me interesaban lecturas infantiles sino de adultos. Luego llegó mi Papá con la última novela de Gabo “El general en su laberinto”. Poco a poco me fui enamorando de esas historias de ficción que a la postre se fueron convirtiendo en hábito.
No soy un asiduo lector ni ratón de biblioteca que devora libros estrepitosamente, pero siempre estoy leyendo. Me apasiona todo lo que tenga que ver con el caribe, novelas (no tan largas), crónicas, bibliografías, poesía en verso libre, historias de No ficción etc. Creo que, si mis padres no hubiesen reaccionado con ese respaldo a mis 7 años, hoy no tendría el hábito de leer. Es que uno toma un libro y quiere abrir otro enseguida, ir a una librería y comprar centenares de obras. A veces he pensado que eso no es normal, pero me encantaría llegar a viejo metido en una hamaca, con un termo de café al lado y leyendo libros.
La lectura es un placer, un goce que genera adicción. Los libros terminan siendo un refugio y compañeros en medio de la soledad, una puerta a la imaginación cuyas páginas tienen y dan vida. Es una forma de ejercitar la memoria enriqueciéndonos de conocimientos. Respeto a quien no le guste leer, a quien no lo haga, pero de seguro más pierde el que no lee que quien si lo hace. Hay una frase anónima de la que me apropié radicalmente “Si no lees, no pasa nada. Pero si lees, pasa mucho”.
Según la última encuesta realizada en el país por la Cámara Colombiana del Libro, indica que el promedio de lectura por persona en Colombia es de 2,5 libros al año, cifra bastante baja en comparación al nivel de Argentina. El país de Borges y Cortázar lidera el número uno del mayor lector del continente latinoamericano. En Colombia los gustos por la lectura son muy diversos y variables según las principales casas editoriales. La lista es encabezada por lecturas sobre autoayuda y espiritualidad. Entre los escritores colombianos vivos cuyas obras son las más apetecidas se encuentran Mario Mendoza yHéctor Abad Faciolince. Mario, escritor más leído en los últimos años en Colombia cuya última novela “Leer es resistir, ha sido muy estratégico en su modus operandi. No solo se quedó en la impresión tradicional de un ejemplar de cientos de páginas. Mendoza ha utilizado el formato de los comics para cautivar la lectura entre el público joven y dar a conocer las 20 novelas que ha escrito.
En alguna ocasión, dialogando con personas de un nivel de lectura y disciplina, le escuche decir a alguien que “no hay que obligar a leer a una persona sobre cierto tema o tendencias. Que lean sobre lo que quieran pero que lean. Lo importante es crear el hábito”. Y en eso a veces muchos nos hemos equivocado, pensamos que buena lectura es solo literatura, novelas, cuentos. Las cifras de ventas muestran que la pluralidad de gustos es bastante diversa en nuestro país. El ex sacerdote Alberto Linero es el autor nacional más taquillero en temas de espiritualidad. No por eso podemos decir que es literatura barata o superficial. Tiene un público y bastante amplio. Hábitos Atómicos del autor James Clear, libro practico que trata cómo mejorar los hábitos de vida, es el Best Seller de 2023 con mayor número de ventas.
En mi época universitaria en la ciudad de Medellín, consolidamos un pequeño grupo de amigos que nos gustaba la lectura, aparte de compartir ese gusto, teníamos afinidad con ciertas músicas. Había un compañero que nos aventajaba en edad y conocimientos, ya era graduado de Derecho y ahora cursaba Periodismo. Era un pastuso bastante jocoso que le encantaba andar con nosotros los costeños. Buen lector y escribía bien. De vida excesivamente bohemia. Un día en su apto, piso 21 barrio Conquistadores, nos invitó a comer. Alguien revisósu pequeña biblioteca y encontró un ejemplar de Carlos Cuauhtémoc Sánchez “Juventud en Éxtasis”. El compañero que saca el libro comienza a cuestionarle sobre la clase de libros que el pastuso leía. A lo que el dueño de casa con mucha pena negó leer esos textos y argumentar que fue un regalo de su abuela. En medio de las burlas e intolerancia, tomó un yesquero y prendió el libro. El ejemplar cae sobre la alfombra de la sala y se comienza a prender por una esquina. Otro de los asistentes en el desespero abrió la ventana y lanzó al vació la llamarada del libro que caía desde el piso 21 como un meteorito perdido a la vista de quienes veían el espectáculo desde el primer piso. Entre esos un policía. Casi sucede una tragedia por no tolerar un gusto de lectura.
En los últimos años y sobre todo después de la pandemia del Coronavirus, los hábitos de lectura se vieron afectados debido a la proliferación y sobreoferta de plataformas y aplicaciones digitales que facilitaron los entornos laborales, académicos y de entretenimiento. Para que en Colombia se mejoren los niveles de lectura se debe actuar desde las escuelas. Incentivando leer “Libros” no tabletas ni computares. Es decir, no es darle la espalda a la vanguardia de la tecnología, pero no olvidarnos del impreso. Muchos colegios privados ya desecharon los libros impresos y los cambiaron por plataformas (costosas) muy dinámicas que facilitan los aprendizajes del estudiante. El tema es que ya nadie de ellos le interesa leer un libro sino está en digital, y mientras “leen la obra” tienen abiertas varias conversaciones de chats, escuchan música, juegan y de cuanta actividad que de seguro no los llevará a una buena comprensión del texto que se está leyendo. Es el riego que no se corre con el libro impreso.
Hay que buscar las formas y maneras de incentivar la lectura, en casa, en las escuelas, en las universidades. No la lectura forzada del examen, la lectura de la reflexión y gusto por lo que se está leyendo. Finalmente les digo como sentención el gran escritor Jorge Luís Borges “Si no te gusta un libro, no lo leas; si no te gusta leer, no lo hagas. La lectura no es una moda, es una forma de felicidad y no debe obligarse a alguien a ser feliz”.