Más allá de la provincia
La música vallenata desde sus inicios transmitía mensajes, contaba historias y acontecimientos que iban de boca en boca a través de las errantes maniobras de los juglares. Eran unos nómadas que emprendían largas travesías a lomo de mula y en algunos casos a pie. Eran sucesos que se iban contando mediante armonías. Música originaria del Valle de Upar con aportes de la trietnia cultural que preponderó en todo el caribe de Colombia posterior a la emancipación de los colonos. Era estrictamente narrativa.
Los adolescentes de principio de los 90 veníamos escuchando a Diomedes Díaz, Rafael Orozco, Los Betos, Los Hermanos Zuleta, Jorge Oñate y Silvio Brito. Era lo que emitían las estaciones de radio y lo que en fiestas familiares colocaban en acetatos o casetes. Había un estancamiento de este género musical que era apetecido en la costa norte pero escasamente conocido en otras regiones de Colombia.
En 1993 aparece Clásicos de la Provincia, una apuesta musical liderada por el samario Carlos vives, que le daría un vuelco total para siempre al vallenato. Los jóvenes nos enamoramos de esta música y cantábamos a todo pulmón sus canciones. Las emisoras y discotecas colocaron en los primeros lugares a Vives.
Luego de haber intentado hacer Rock y Pop con tres producciones no tan exitosas en la década de los 80, Carlos interpreta nada más y nada menos que a Rafael Escalona en una serie televisiva, considerado por muchos como el mejor compositor de la música vallenata. Fue en la serie y con la grabación de la banda sonora de esta que encontró “La chispa que prendió la mecha”.
Carlos Vives volvió a la fuente, a la lírica, a la narrativa, a la poesía, a la historia con prosa bien labrada. El escritor y periodista Daniel Samper Pizano, en una ocasión comentaba que “La poesía española se estancó por la poesía romántica sin generar grandes emociones. Es ahí donde vuelven a los clásicos como Quevedo, Lope de Vega y Cervantes, a refrescar y renovar con nuevas generaciones que impactaron en toda Hispanoamérica”. Samper se refería al estancamiento que se encontraba la música vallenata, con un bajón en las letras de las canciones, dejando atrás la esencia prosaica que siempre la caracterizó.
Vives no solo conservó la columna vertebral (caja, guacharaca y acordeón), fue más al pasado ancestral y le adicionó la gaita indígena, como originalmente nació el vallenato. Escoge las canciones más literarias de los compositores más memorables de este folclor y finalmente lo vistió de modernidad con instrumentos vanguardistas y fusiones de ritmos. Nadie se había atrevido a escarbar tanto el pasado y al mismo tiempo visionar un futuro evolutivo y exitoso en la música como él lo ha hecho.
La lluvia de críticos, folcloristas y vallenatólogos quisieron opacar la osadía, el atrevimiento del cantautor. Carlos no estaba caminando por terrenos desconocidos. Sabía a la perfección el camino y cómo no! Si desde niño en Santa Marta, ciudad donde nació un 7 de agosto de 1961, en el patio del médico Luís Aurelio Vives, su padre, se celebraron innumerables parrandas con Emiliano Zuleta Baquero, Alejo Durán, Leandro Díaz, Abel Antonio Villa, Carlos Huertas, Luís Enrique Martínez, entre otros de la vieja juglaría. Vives era un niño que se deleitaba sentado observando con dedicación las interpretaciones de estos maestros. En varias ocasiones su padre le encargaba que guiara a Leandro, teniendo en cuenta que este era ciego, y por lo general las parrandas duraban hasta 3 días.
Con Vives el vallenato paso de ser una música de casetas pueblerinas a grandes conciertos en estadios colmados de gente. Antes que Carlos, Rafael Orozco e Israel Romero conforman el Binomio de Oro con nuevos formatos e imagen al estilo rocanrolero y permean más en las urbes donde otros no habían logrado llegar. Rafa e Israel vinculan sintetizadores, guitarras eléctricas, baterías y algo muy inusual; le agregan coreografía a la agrupación. Allí hubo un primer intento de sacudir esa mascara de provinciano con que aún era visto el vallenato y se da el primer movimiento revolucionario. Se convierten en una especie de Beatles del vallenato.
Después del éxito rotundo de Los Clásicos de la Provincia, Vives incursiona con composiciones propias sin perder el estilo y formato adquirido. Comienzan las giras internacionales y el mundo conoce en verdad la música vallenata. Si analizamos las letras de sus canciones son poesía pura, hay narrativa y coherencia, hay verso libre y rimado, historias y vivencias bien contadas; hay arreglos musicales con una envidiable banda llamada La Provincia.
Carlos Vives no es folclor, nunca ha hecho folclor, se inspiró en él y es la roca que lo sostiene musicalmente. Él mismo lo ha ratificado, soy “un hijo del vallenato”. Folclor el que hicieron los juglares. Este “hijo del vallenato” fue el primer colombiano en ganar un Premio Grammy de la Academia Americana y seguido del primero acumula a fecha de hoy en total 17 gramófonos. Un Premio Ícono en la Musa Awards, Pertenece al Salón de la Fama de los compositores latinos, fue galardonado con el Premio Salón de la Fama de Billboard, ha ganado en dos ocasiones el Premio Amigo y en una ocasión el Premio Ondas en España. Sin contar las nominaciones y premios en Colombia y Latinoamérica. La versión 51 del Festival de la Leyenda Vallenata en 2018 fue en su honor, reconociendo la proyección universal que le ha dado al vallenato. ¡Es un Rockstar! y el vallenato, según él, es el Rock de nuestros pueblos.
Todo esto con un proyecto musical de alta envergadura revolucionaria que en un principio lo llevaron a sentarse en el banquillo de los acusados y lapidarlo sin clemencia por algunos ortodoxos que se creían la Real Academia del Vallenato. No sabían que se enfrentaban a un genio.
Desde que emprendió su apuesta con nuevos patrones de sonido y fusiones étnicas, ha grabado 14 producciones musicales como Clásicos de la provincia, La tierra del olvido, El amor de mi tierra, Déjame entrar, El Rock de mi pueblo y clásicos de la provincia II. Continuó con Corazón profundo, Más corazón profundo, Vives, Cumbiana, Máster en parranda y Cumbiana II.
El gran mérito de Carlos Vives es haber llevado el vallenato a los jóvenes y no solo se conformó con dar un revolcón generacional sino mantenerse vigente entre las generaciones actuales, una gran virtud y sin perder la identidad y la raíz del folclor. Si escuchamos la canción La bicicleta que grabó con Shakira o No te vayas; en caja, guacharaca y acordeón, es un paseo vallenato. Solo que lo viste de urbanidad y se vuelve atractivo y comercial para la industria. Ha grabado con reguetoneros, salseros, rockeros, y decenas de artistas urbanos. Lo escuchan desde la generación Z hasta adultos mayores.
Siempre han existido procesos evolutivos, desde que fueron grabados los vallenatos en guitarra con Bovea, luego los conjuntos donde el acordeonero era la figura, después Oñate incursiona como solista y el cantante cobra el protagonismo. Luis Enrique Martínez, Alfredo Gutiérrez también fueron innovadores. Siempre ha existido evolución, pero no trascendía del contexto regional.
Carlos Alberto Vives Restrepo es el artista que más identifica a Colombia en el exterior, que, si bien es cierto, no todo lo que ha grabado es vallenato, pero si en su mayoría. No hay región de nuestro país que no esté incluida en sus grabaciones: los Llanos Orientales, el Pacifico, los Andes, el Altiplano Cundiboyacense, los isleños de San Andrés y Providencia y por supuesto el Caribe. Personajes heroicos en la historia de nuestro país están plasmados en sus letras. Ha dejado como herencia un movimiento musical que tiene discípulos que fusionan lo raizal con lo moderno y su fuente es el folclor. Vives es una institución y va encaminado a ser leyenda.
Han pasado tres décadas y la mecha sigue prendida. El palmarés recorrido es formidable y el público venía aclamando nuevamente Los Clásicos. Y precisamente para conmemorar este trasegar musical en el trigésimo aniversario saca al mercado “Escalona nunca se había grabado así”, una recopilación de temas del legendario maestro. A pesar de que fue Escalona quien prendió esa chispa, nunca habían grabado sus canciones en el formato de La Provincia. Un magistral trabajo armado con mucha estética.
El compositor e investigador Feliz Carillo Hinojosa dijo en el Documental Pedazo de Acordeón “A Vives no hay que hacerle una estatua, hay que agradecerle eternamente por lo que hizo”. Hace 30 años los académicos, folcloristas y estudiosos del vallenato lo trataron de hippy, loco, mechudo irrespetuoso y tergiversador de esta música. Treinta años después, esos mismos que lo acribillaron mediáticamente le hacen venía y le llaman maestro Carlos Vives.
Y yo, como aquel adolescente hoy convertido en adulto le digo: gracias, gracias, maestro por su genialidad. Hoy amamos más el vallenato y valoramos la colombianidad a raíz de su épico proyecto musical, que fue más allá de la provincia y trascendió todas las fronteras.