El matemático y artista del planchón de la 33

73      Por Alejandra Jiménez. Estudiante Comunicación Social de la Universidad del Sinú. El planchón de la 33 no tiene nada de particular a primera vista. Gente va, gente viene, monedas de 500 pesos ya oscuras por el manoseo, conversaciones ordinarias y la vista del río Sinú es la lista de las cosas más interesantes que se pueden experimentar. Pero de repente, todos empiezan a necesitar a Peter, lo llaman, lo buscan, esperan su turno, tienen papeles en las manos, otros se...


Por Alejandra Jiménez.
Estudiante Comunicación Social de la Universidad del Sinú.

El planchón de la 33 no tiene nada de particular a primera vista. Gente va, gente viene, monedas de 500 pesos ya oscuras por el manoseo, conversaciones ordinarias y la vista del río Sinú es la lista de las cosas más interesantes que se pueden experimentar. Pero de repente, todos empiezan a necesitar a Peter, lo llaman, lo buscan, esperan su turno, tienen papeles en las manos, otros se desesperan, no hay nada más urgente que verlo antes de que la vieja embarcación llegue al otro lado del río.

Finalmente aparece el aclamado personaje, no hay hombre más común que él, estatura promedio, moreno, bermudas, chanclas, casi medio siglo de vida y unas manos manchadas de tinta, la razón por la que todos lo esperan con ansias todas las noches en su lugar de trabajo.

Carlos ArdinesTordecilla, como se llama realmente, trabaja en el planchón de su familia desde que tenía diez años y no tiene una mínima idea de hace cuánto y por qué le dicen Peter, pero es así como lo conocen. Sin embargo, la razón principal de su fama son sus sorprendentes habilidades para las matemáticas sin haber estudiado nada más que la secundaria.

Desde hace 25 años muchos universitarios lo buscan para realizar trabajos de cálculo, física, química y todo lo que involucre números. Su planchón es un salón de clases improvisado con dos mesas de tablas que dejan ver cuadernos, libros, marcadores, calculadora y un tablero desgastado por tantos problemas que fueron librados sobre él. Peter no solo se limita a recibir ejercicios y devolverlos resueltos, sino que se toma el tiempo de explicar cada procedimiento que realiza, hasta el punto de que tiene un grupo de estudiantes de varias universidades que lo buscan cada noche para discutir desde casos de factorización hasta ecuaciones diferenciales y muchos otros temas.

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A la pregunta de si cómo adquirió tanto conocimiento, alude toda la responsabilidad a su pasión por los libros. Dice que fue muy buen estudiante en el colegio, a su vez, la lectura fue un hábito que siguió desarrollando aun después de graduarse. Dedicaba tiempo suficiente a leer libros de matemáticas y desarrollar sus ejercicios por pura pasión, sin presión y sin nadie que le exigiera.

Cuando terminó la secundaria, planeó estudiar en la Universidad de Córdoba, pero, para la época, los paros académicos eran “eternos” y las carreras universitarias se volvían asunto de años que parecían no acabar nunca. Esta situación lo decepcionó y decidió no seguir sus sueños de estudio, que, a la larga, no era un sueño tan grande como sí lo era expandir sus conocimientos por su propia cuenta.

Fue así como más adelante puso su talento al servicio de la comunidad, con una remuneración bastante mínima hasta el día de hoy, cosa que no piensa cambiar, ya que afirma que su interés es que la persona aprenda y no que su bolsillo salga damnificado.

Su fama empezó a crecer. Sus “clientes” no solo llegaron a ser estudiantes universitarios, sino que variaban entre docentes que necesitaban reforzar algún área de su saber o cualquier persona aficionada a los números. Durante sus inicios, Peter no se conformaba con estar en un planchón, sino que durante el día se la pasaba en la Universidad del Sinú, donde entraba a cualquier salón y dictaba clases cual docente titulado y durante la noche se iba a trabajar. Esta situación llegó a incomodar a uno que otro profesor ya que se enteraban de que muchos trabajos que les presentaban los estudiantes eran realizados por él y desde ahí, su presencia en la institución es motivo de incomodidad para algunos. No obstante, si Peter no va a la universidad, la universidad viene a Peter. No hay un día de soledad para él.

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Este personaje no acaba ahí. Si ser un genio de las matemáticas dentro de un planchón es motivo de sorpresa, hay mucho más por descubrir. Peter afirma con total seguridad que lo suyo no son las matemáticas, sino la ópera. Su sueño más grande es ir al Teatro AllaScala en Milán, es cual es uno de los más famosos en el mundo de este género musical. Dice con convicción que una vez se gane una lotería, lo primero que hará será viajar hasta allá.

Es tanto su amor por la música clásica que la llama su droga. No hay un trabajo que haga sin que esté sonando al fondo un tema de ópera. Es más, suele llevar sus discos al planchón para acostumbrar el oído de los monterianos a estos géneros cultos y, de alguna forma, limpiar tanta “basura musical” que solo conlleva a adquirir anti valores, como él mismo lo llama.

Luego de la ópera, ama la literatura, clásica también. Dice no poder contar la cantidad de libros que ha leído en su vida, pero destaca entre sus autores favoritos a Fiodor Dostoievski, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, entre otros. En la mesa del planchón se deja ver siempre el ejemplar que está leyendo en el momento. El turno ahora es para El Plan Árabe escrito por J. Shimshon.

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La pintura no la deja atrás. Para él, es la representación más bella del arte. No se pierde una sola exposición que hacen en la ciudad. Por su parte, el cine lo obsesiona, pero clásico, sin duda. Asegura haberse visto todos los films ganadores de premios Oscar y aborrece con vehemencia ese tipo de películas que no aportan nada a su realización humana. Al Pacino es de sus directores preferidos.

En definitiva, este personaje es un amante acérrimo de las artes, todas. Más allá de crear, lo que hace es admirarla, criticarla y disfrutarla. Es lo que lo hace estar vivo.

La familia también es crucial en su vida. Está casado y tiene cuatro hijos con los que vive. Peter dice que una familia unida es la consecuencia de todo hombre inteligente, por eso hace todo su esfuerzo por conservar el respeto y la unidad.

Escarbar en la vida de Carlos Ardines significa encontrar infinitos misterios que no son congruentes con lo que deja apreciar a la vista, esto según los paradigmas impuestos por el orden mundial. No obstante, sus acciones dejan ver que aunque pudo hacer cosas mucho más grandes a los ojos de la sociedad, su propósito y esencia se cumplen justo ahí, en un planchón, formando a otros para ser grandes, erradicando la ignorancia, contribuyendo a la cultura y dejando el legado de que la grandeza puede estar escondida en la pequeñez del planchón de la 33.