El chinuano que se la juega toda por la abarca trespuntá

Por Róbinson Nájera Galvis
2 años atrás

Chinú es un hermoso municipio conocido como “La puerta de oro de Córdoba” porque es el que da inicio a nuestro Departamento cuando los viajeros llegan de Sucre y son recibidos en esta tierra de Dios con la hospitalidad y caballerosidad de los chinuanos, que es como el rocío de la mañana al refrescar el rostro de quienes plantan sus huellas aquí, pero las manos de los chinuanos no sólo son dulces para saludar, también son prodigiosas para trabajar la cerámica, los zapatos de cuero y tejer objetos artesanales y la tradicional abarca trespuntá, lo que ha constituido una importante fuente de trabajo.

Cuando regresamos de Sampués- Sucre bajo una leve llovizna, en plena carretera troncal, el monumento de una abarca trespuntá parece darnos la bienvenida. Nos informan que es un homenaje a los artesanos y campesinos de Chinú y que fue inaugurado el 21 de noviembre de 2019, sin embargo, rastreando un poco nos enteramos que la abarca real, la que está representada en el atractivo monumento, va desapareciendo poco a poco porque las nuevas generaciones han optado por la fabricación de zapatos y sandalias, qué según ellos, producen mayores dividendos.

La ilustre poeta Yaneth Álvarez, entonces nos comenta que entre los pocos talabarteros sobrevivientes dedicados a la abarca trespuntá, está el señor Emigdio Portacio Monterrosa, a cuya casa en el Barrio Chambacú arribamos cuando ya el sol asomaba su rostro en medio de las últimas gotas de lluvia. Después del ofrecimiento de un tinto que nos supo a cielo, el talabartero más antiguo de Chinú con una horma y una maceta rudimentaria en la sala de su casa que hace las veces de taller, mientras conversa, sigue en su tarea de confeccionar unos 6 pares de abarcas antes que el sol vuelva a esconderse.

Will Portacio, como lo reconocen en todo el municipio, transita por los 74 años, casi todos dedicados a la talabartería, porque él dice que prácticamente nació sobre un par de abarcas, pues ese era el oficio de Ezequiel, su padre, quien no tenía ojos para escuela ni nada de eso, sino a que sus hijos heredaran la actividad que amaba como a su propia familia, y Will recibió al pie de la letra el mensaje de su progenitor, defendiendo con honor y estoicismo este legado, aún en medio de las dificultades porque nunca ha recibido un subsidio ni un préstamo para mejorar su producto antes que pase a la historia.

Afortunadamente, la máquina de pedal Singer 31- 17 de Will aún no descansa. Sus abarcas trespuntá están acreditadas y de varios depósitos y clientes habituales las adquieren en su propia casa- taller. Otras se comercializan en San Andrés, Sahagún y Cereté, y cuando las cosas están demasiado apretadas él mismo hace de vendedor en su medio de transporte, una bicicleta que tiene como 40 años de haber llegado a la vida de este luchador, que defiende con todo, más que un oficio un sueño, porque como trabajo, el producto de esta batalla solo da para medio comer.

Después de más de 70 años de estar jugándosela toda por la manipulación del cuero y el caucho para domarlo y convertirlo en arte con sus manos callosas, en la mirada de Will Portacio, aún se trasluce una luz capaz de sobrevivir a todos los malos tiempos que puedan llegar. Es el brillo de la victoria ante el desconocimiento de las autoridades, el advenimiento de la modernidad y hasta del Covid 19 que intentó arrasar con todo, pero él con su máquina Singer y su orgullo de talabartero, continúa como la fuerte muralla que no se deja vencer por la fiereza de los vientos.