El burro, entre el olvido y el comercio ilegal en algunos pueblos del Caribe

El comercio ilegal de su piel y carne y el uso de la motocicleta en labores del campo amenazan la tradición.


San Antero. Lewis Arteaga es un campesino sananterano que ha participado en decenas de ediciones del Festival Nacional del Burro, con nostalgia asegura que esta tradición es lo único que mantiene viva la cultura popular que une a este animal con los pueblos del Caribe.

Mientras disfraza de bailadora a una de las burras de su parcela para la ‘burralgata’ de esta tarde, afirma que el paso avasallador de la modernidad también ha impactado en las costumbres de los pueblos y el burro está siendo relegado a un papel secundario.

Este curtido campesino dice que ya es común ver a muchos jóvenes encerrando el ganado o los becerros montados en una motocicleta, mientras el cuadrúpedo amigo queda amarrado en el corral.

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Los tiempos donde este animal era imprescindible para la vida campesina al parecer estar pasando muy rápido y su uso se está corrompiendo por las supuestas bondades afrodisiacas de su carne y el comercio ilegal de su piel.

Los mataderos clandestinos pululan por toda la costa Caribe, al punto de reducir a su mínima expresión la población de burros en la zona de la sabana en Córdoba, Sucre y Bolívar.

Para los Sananteranos, el festival es una forma de hacer reconocimiento al burro, a este fiel compañero que ayudó a las viejas generaciones a sacar de las montañas las cargas de yuca, arroz y ñame y que en aguateras abastecía del vital líquido a la aldea.

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Para Lewis, el festival es una forma de mantener viva la tradición y que las presentes y futuras generaciones aprendan a avalorar y a cuidar a este animal a cuál “le debemos mucho”.