“Queremos que el Estado Condone la deuda”: María Zabala

       Los “Paras” le quitaron el encanto al Valle Fue un miércoles. El sol apenas empezaba a despuntar en el horizonte. Esa madrugada fría del 14 de diciembre de 1988, la vereda San Rafaelito, perteneciente al corregimiento de Martinica, cerca de Montería, se convirtió en un escenario más de la barbarie paramilitar. Allí, un comando armado de la Casa Castaño, le arrebató el encanto al valle donde por años vivió María Zabala, su esposo, sus siete hijos y el que venía...


Los “Paras” le quitaron el encanto al Valle

Fue un miércoles. El sol apenas empezaba a despuntar en el horizonte. Esa madrugada fría del 14 de diciembre de 1988, la vereda San Rafaelito, perteneciente al corregimiento de Martinica, cerca de Montería, se convirtió en un escenario más de la barbarie paramilitar.

Allí, un comando armado de la Casa Castaño, le arrebató el encanto al valle donde por años vivió María Zabala, su esposo, sus siete hijos y el que venía en camino. Eran campesinos vivían de la tierra, pero nunca imaginaron que por ella morirían.

No hubo misericordia. María y sus pequeños hijos fueron testigos absortos de cómo los fusiles de los “paras” fueron cegando las vidas de la mayoría de los hombres jóvenes del pueblo.

María contemplaba el cuerpo inerte de su esposo Antonio José Polo Hernández, pero su mirada se desviaba para ver a su hijastro Jorge, bañado en sangre, el terror hizo presencia en la pequeña comunidad y antes del amanecer los violentos se fueron dejando un rastro de cenizas, sangre y despojo.

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“Yo no fui a la Habana a pasear, fui a llevar propuestas”: María Zabala

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María Zabala integró la cuarta delegación de víctimas del conflicto, que viajaron a la Habana en el marco de las conversaciones de paz.

Hoy 26 años después de la Masacre de San Rafaelito, María Eugenia Zabala, es un ejemplo vivo de tesón y pujanza, sola sacó adelante a sus hijos y emprendió una lucha para visibilizar su historia y la de muchas viudas más.

María Zabala, se convirtió en una incansable líder comunitaria, emprendió junto a otras 15 mujeres, un proyecto campesino con el antiguo Incora, para adquirir una finca a la cual llamaron “El Valle Encantado”, en la cual tenían puestas la esperanzas de un futuro mejor.

Pero el encanto del Valle no sólo fue arrebatado por los “paras” aquella madrugada de diciembre, ahora las triquiñuelas burocráticas del antiguo Incora, amarraron a María y a las demás mujeres a una deuda con el Banco Agrario, deuda que según sus palabras “no les pertenece, porque desde el mismo momento en que nos desplazaron perdimos todo, y no se justifica empezar de cero, endeudados”, dice.
Las 15 mujeres cabeza de hogar que accedieron al programa, adquieren 128 hectáreas, y el compromiso de pagar el 30 % del valor de la tierra, al Estado. Pero la infertilidad de los terrenos y el incumplimiento del Estado que les prometió ayuda para proyectos productivos, pero nunca se las dio, tienen ahora este grupo de mujeres a punto de un nuevo desplazamiento.

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El gravamen que recae sobre los predios y la falta de escrituras de propiedad individuales, les imposibilita acceder a créditos, o subsidios para iniciar proyectos de los cuales puedan derivar su sustento.

Recientemente, María Zabala hizo parte de la cuarta delegación de víctimas del conflicto armado que viajaron a La Habana, para integrar el grupo de representantes de víctimas de los paramilitares.

Hasta Cuba llevó la propuesta con la que según ella se daría un gran alivio a estas 15 familias que en el pasado fueron desplazadas.

María, propuso que el Estado condone la deuda del 30 % adquirida por las 15 familias víctimas de Las Palomas, Valle Encantado, Nuevo Horizonte, Bajo Sinú, Sinú Medio y Nudo del Paramillo.

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“Desde hace más de 17 años tenemos esa problemática y no hemos visto solución, y debe ser este el momento preciso para darle punto final a esto, por las víctimas, porque estamos allí para demostrar que en medio del conflicto se puede hacer paz”, expresó.