Durante los primeros meses de 2025, Colombia atraviesa un brote de fiebre amarilla que ha puesto en alerta a las autoridades de salud. El departamento del Tolima se ha convertido en el foco principal de los contagios, con cifras que superan ampliamente los registros de años anteriores y generan preocupación sobre la capacidad de respuesta institucional.
De acuerdo con el último boletín epidemiológico del Instituto Nacional de Salud (INS), hasta la segunda semana de abril se han confirmado 54 casos en Tolima, con una letalidad del 40,7%. La enfermedad, transmitida por mosquitos infectados, afecta principalmente a poblaciones rurales, aunque existe creciente temor por su posible expansión hacia zonas urbanas, debido a la alta presencia del vector Aedes aegypti en buena parte del país.
El brote comenzó en septiembre de 2024 en las veredas cercanas al Parque Regional Bosque de Galilea y se ha extendido a ocho municipios tolimenses. Además, se reportan casos en departamentos vecinos como Caldas, Putumayo, Caquetá y Meta, e incluso en áreas fronterizas con Ecuador y Brasil.
A pesar de los esfuerzos realizados, la cobertura de vacunación en las zonas afectadas apenas alcanza un 62%, lejos del 95% recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para frenar la transmisión. En respuesta, el Ministerio de Salud ha desplegado brigadas médicas, fumigado más de 12.000 hectáreas y fortalecido la vigilancia epidemiológica.
La fiebre amarilla, una enfermedad viral hemorrágica de alto poder epidémico, presenta síntomas como fiebre alta, dolores musculares, ictericia y, en casos graves, hemorragias y falla multiorgánica. La vacuna, disponible de manera gratuita en más de mil puntos habilitados, proporciona inmunidad de por vida y es clave para contener el brote.
El presidente Gustavo Petro anunció que decretará la emergencia sanitaria y económica para agilizar las acciones, pero persisten dudas sobre la capacidad logística y financiera de las entidades territoriales para enfrentar la situación.