David Jiménez Ávila
La Celia (Colombia), 12 nov (EFE).- En la zona cafetera del centro de Colombia familias campesinas, algunas de ellas desplazadas por la violencia del conflicto armado, producen un café de calidad superior gracias a una iniciativa privada que les ayuda a mejorar el rendimiento de sus cultivos y sus condiciones de vida.
La localidad de La Celia, en el departamento de Risaralda, es uno de los municipios en donde se ha implementado una iniciativa para dar apoyo logístico a los caficultores locales, promover prácticas sostenibles y garantizar el mayor rendimiento de los cafetales sin perder la calidad, reconocida por su suave aroma.
Con su geografía montañosa y clima húmedo, este municipio ofrece las condiciones óptimas para la siembra de café y otros cultivos, razón por la cual empresas como Nestlé han desarrollado en la zona la estrategia “Creación de valor compartido”, para que agricultores y consumidores salgan ganando del proceso productivo.
El programa provee a los campesinos con los insumos que requieren para sus primeras plantaciones, como semillas y fertilizantes, y también los asesora en el empleo de técnicas que aumentan el rendimiento de los cafetales.
“La empresa me dio las primeras 5.000 matas de café que necesitaba para dedicarme a la siembra. Hoy puedo costear muchos gastos que no podría cubrir con el salario mínimo que ganaba cuando trabajaba en un supermercado”, dice a Efe María Solangel Madrid, una de las beneficiarias del proyecto.
Madrid llegó a la zona cafetera huyendo de la violencia en Buenaventura, ciudad portuaria del Pacífico colombiano donde operan grupos guerrilleros, bandas criminales y mafias del narcotráfico, y encontró en el programa una oportunidad para iniciar una nueva vida.
“Yo vivía en Buenaventura y debido a la violencia del lugar uno de mis niños se tiraba al suelo con una escoba (simulando portar un fusil) cada vez que llegaba una visita y jugaba a disparar en el patio. Nuestras vidas han cambiado con la iniciativa”, agrega Madrid, madre de cuatro hijos que le ayudan en sus labores del campo.
Según el gerente de Abastecimiento y Sostenibilidad de Café para Nestlé de Colombia, Ricardo Piedrahíta, la demanda global de café es cada vez mayor que la oferta, lo que abre ventanas de oportunidad para los productores de granos de gran calidad.
“Por eso buscamos asegurar el suministro de grano que requiere Nescafé para seguir siendo el líder mundial en la venta del producto y, asimismo, contribuir con el bienestar de los caficultores”, explica.
Piedrahíta aclara sin embargo que no se trata de un programa de caridad sino de apoyar a quienes necesitan un impulso para hacer más rentable su actividad.
“Queremos que todos los miembros de la cadena productiva del café resulten beneficiados, pero en el largo plazo son los caficultores quienes determinan el futuro de sus plantaciones”, añade.
El programa busca dar también un enfoque de género pues muchos de los beneficiarios son mujeres cabeza de hogar y víctimas de la violencia.
“Aunque las mujeres desempeñaban varias tareas anteriormente, su participación es mucho más activa ahora”, dice el presidente del Comité Municipal de Cafeteros de La Celia, Leonel Raigoza.
Según explica, anteriormente no era común que las mujeres tuvieran un papel relevante en la producción de café pero esa realidad ha cambiado.
El programa, en el que también participa la Federación Nacional de Cafeteros, brinda además asesoría técnica a los productores para que sus cultivos sean amigables con el medioambiente.
Para ello, expertos hacen análisis de suelos con el fin de mitigar la huella de carbono de las plantaciones y fomentan acciones para ahorrar agua en todos los procesos por los que pasa el grano antes de llegar a la mesa del consumidor.
Datos de la compañía muestran que 16.620 caficultores han recibido capacitación para mejorar sus prácticas agrícolas, se han entregado aproximadamente 34 millones de plantas resistentes al hongo de la roya, y 5.181 hectáreas de cultivo de café han sido renovadas.
Pero más allá de las cifras, los beneficios del programa se notan en un cambio de las perspectivas de vida de los campesinos.
“Antes mis niños eran más retraídos y les costaba mucho expresar cariño”, dice Madrid, quien afirma emocionada que hoy, “la mejor recompensa al final del día es escucharlos decir te amo”. EFE