José Mujica pondrá fin a su mandato como presidente de Uruguay después de las elecciones de este año y lo hará tras haber demostrado al mundo que es posible gobernar con un estilo austero y sencillo que le ha convertido ya en un líder insustituible e inimitable.
A Mujica le han bastado cinco años para impregnar la Presidencia de Uruguay de su particular esencia haciendo el cargo prácticamente indisociable de uno de los dirigentes políticos mejor valorados de la América Latina de las democracias.
Aunque no concuerda con sus actuales ideales, Mujica comenzó su andadura en política en las filas del conservador Partido Nacional, del que salió pronto para fundar, junto a otros “históricos de la izquierda” uruguaya el Movimiento de Liberación Nacional (MLN).
Su militancia en esta guerrilla tupamara le confinó durante 14 años en las cárceles de los sucesivos gobiernos de la dictadura militar como uno de los “rehenes” que el régimen castrense amenazó con ejecutar si el grupo armado volvía a las operaciones.
“Esos años de soledad fueron probablemente los que más me enseñaron. Estuve siete años sin leer un libro. Tuve que repensarlo todo y aprender a galopar hacia adentro por momentos, para no volverme loco”, relató en una entrevista.
Cuando fue excarcelado, ya en democracia, Mujica cambió la lucha armada, en la que llegó a participar directamente, por la política, incorporándose al ahora gobernante Frente Amplio (FA) y llegando a conseguir un escaño de diputado en las elecciones de 1994, aunque años después reveló que llegó a sentirse “como un florero”.
A partir de este momento, Mujica se dedicó de lleno a la vida parlamentaria, dando la sorpresa en 2004, cuando se convirtió en el senador más votado de la historia del país, perfilándose ya entonces como posible relevo en la Presidencia del recién elegido Tabaré Vázquez.
UN PRESIDENTE HUMILDE
Efectivamente, recogió el relevo de Vázquez en 2005, pero solamente eso, porque ha desempeñado sus funciones presidenciales con un estilo único caracterizado por la austeridad y la sencillez que han hecho de él un líder irrepetible, incluso en el contexto de una región marcada por el ‘bolivarismo’ de Hugo Chávez.
Aunque la residencia oficial del presidente uruguayo es el Palacio de Suárez y Reyes, Mujica ha seguido viviendo en una pequeña ‘chacra’ (granja) cercana a Montevideo donde vive con su mujer, Lucía Topolansky, otra activa militante izquierdista, y Manuela, una perra con tres patas que adoptó.
La pequeña finca parece caótica a simple vista. Llena de plantas, animales y bártulos, incluido un volkswagen escarabajo que aún insiste en utilizar, aunque a veces –como él mismo reconoce– se ve obligado a usar los coches oficiales por seguridad.
“Si tengo pocas cosas, necesito poco para sostenerlas”, explica. “Por lo tanto, mi tiempo de trabajo que dedico es el mínimo. ¿Y para qué me queda tiempo? Para gastarlo en las cosas que a mí me gustan. En ese momento creo que soy libre”, confiesa.
Esta imagen humilde coincide con su actuación diaria como presidente, la que mantiene desde que entró en política. Mujica ha relatado en numerosas ocasiones que está disponible para cualquier consulta que le hagan los ciudadanos.
IMPULSO TRANSFORMADOR
Más allá de su particular forma de ejercer el cargo, durante estos cinco años Mujica ha sido el gran motor de la transformación de Uruguay, después de décadas de dictadura militar y gobiernos conservadores.
El legado que deja a los uruguayos es una sociedad moderna. En este lustro ha promulgado la ley de despenalización del aborto a la que Vázquez impuso el veto presidencial, a pesar de haber sido aprobada por diputados y senadores.
Ya en 2013, sacó adelante la ley de parejas homosexuales, convirtiendo a Uruguay en el segundo país de América Latina, por detrás de Argentina, y en el duodécimo del mundo en permitir las uniones entre personas del mismo sexo.
En una de sus últimas medidas antes de abandonar el Gobierno, este año ha entrado en vigor la ley para la producción y comercialización de la marihuana, un experimento pionero en una región desangrada por el narcotráfico.
Por todas estas iniciativas, ‘The Economist’ eligió a Uruguay como “lo mejor del año” 2013. La prestigiosa revista británica argumentó que estas “reformas pioneras no sólo mejorarían un país en particular sino que, en caso de ser emuladas, podrían beneficiar a todo el mundo”.
MEDIDAS CONTROVERTIDAS
Sin embargo, en la recta final de su mandato, Mujica también ha aprovechado para tomar medidas que comprometen a Uruguay a nivel internacional, traspasando así el ámbito temporal de un Gobierno, lo que le ha convertido en blanco de críticas en la oposición y en el FA.
Entre ellas destaca el acuerdo alcanzado con el presidente estadounidense, Barack Obama, para acoger a cinco presos de la cárcel ubicada en la base militar que el país norteamericano posee en la bahía de Guantánamo (Cuba).
“Es una cuestión de Derechos Humanos”, argumentó. “Hay 120 tipos que están presos hace 13 años. No vieron un juez, no vieron un fiscal y el presidente de Estados Unidos quiere sacarse ese problema de encima”, explicó.
A pesar de este impactante anuncio, Mujica ha tenido que dar marcha atrás, indicando que finalmente la acogida de presos de Guantánamo la decidirá el próximo Gobierno. “Son almas podridas y cobardes”, dijo en alusión al Partido Nacional (PN), por su firme rechazo a esta medida.
Otra de las cuestiones que quedará en el aire tras su mandato es la implementación de ley de producción y comercialización de la marihuana que, según han reconocido las propias autoridades uruguayas, supone un gran reto porque no hay precedentes.
MÁS VALORADO EN EL EXTERIOR
Mujica es una figura que genera fascinación fuera y dentro de Uruguay, pero con una intensidad bien distinta. En su tierra son más los escépticos, algo que se refleja en el hecho de que solamente el 58 por ciento aprueba su gestión, de acuerdo con la consultora local Cifra.
Este dato coincide con la escasa influencia que, de acuerdo con los analistas políticos, ha tenido Mujica tanto en la designación de su sucesor como en la campaña electoral. De hecho, su salida del Gobierno se traducirá, posiblemente, en la vuelta de la derecha.
En cambio, Mujica es uno de los líderes más queridos de América Latina –con la excepción de Argentina, con quien Uruguay siempre ha mantenido unas relaciones tensas– y del mundo, lo que le ha llevado a ocupar portadas de importantes medios internacionales.
ÚLTIMA ETAPA
El fin de su Presidencia, previsto oficialmente para el próximo mes de marzo, no se traducirá en su salida inmediata de la política. Mujica aspira a un escaño en el Senado en las elecciones legislativas de este domingo.
Su mujer ya ha adelantado que, en caso de ser elegido, algo que se da por seguro, no completará su mandato. Topolanski dijo que solo estará “en el arranque del nuevo periodo” cuando “es importante tener un buen negociador”. “Él es un hombre de diálogo y esa figura es muy útil en el Parlamento”, destacó.
Aunque es consciente de las pasiones que despierta, el ex guerrillero tupamaro ya ha dado a conocer sus planes para después de la Presidencia: crear una granja escuela en su ‘chacra’ para dar una oportunidad de futuro a jóvenes excluidos.
“Cuando me saque este sayo que me pesa (dijo en alusión a la Presidencia) tengo la idea de agarrar 30 o 40 gurises (niños) pobres y llevarlos a vivir conmigo”, anunció, explicando que, dado que no tiene su descendencia, su familia serán ahora “los hijos de los pobres”.