Maritza Jaramillo vive en Chibogadó. Los ojos rasgados y el cabello liso que le cae hasta debajo de sus nalgas la caracterizan, es una emprendedora del Alto Sinú. Ella todavía no llega a los 40 años, pero si algo tiene claro es que piensa vivir siempre en Chibogadó. Pues para Maritza, como para otros pocos no hay pueblo en el mundo más importante que ese.
Dentro de su comunidad, ella es un punto de referencia. Encarna entre los suyos, la esperanza. Los deseos de Maritza se repiten en las voces de quienes la acompañan. Un grupo de mujeres que se ha reunido en el Centro de Salud de Frasquillo, a donde acude la población de las veredas localizadas en el entorno del embalse de Urrá, para recibir atención médica del cuerpo adscrito al convenio que la Empresa Urrá estableció desde el año 2006 con el Hospital de Tierralta. Dicho convenio, hace parte de las acciones de responsabilidad social de la empresa generadora en su zona de influencia.
El motivo de su encuentro con el resto de compañeras de la Red Promotora de Salud, donde se atiende a la población necesitada de las 24 veredas beneficiarias del convenio.
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El corregimiento de Chibogadó Medio en Tierralta, Córdoba, ubicado a 67 kilómetros de Montería, está habitado por comunidad campesina.
A la vista de muchos, Chibogadó es un corregimiento como cualquier otro. En medio de un municipio, que si bien es cierto ha sido el escenario de un sinfín de encuentros armados entre grupos ilegales, pasa a ser uno más en un país, que, después de 60 años de lidiar con un conflicto parece estar acostumbrado a la guerra.
Para llegar a Chibogadó hay dos formas: por medio de un viaje en un johnson que recorre el embalse de la hidroeléctrica Urrá, o a través de un camino de herradura empinado que se abre en medio de las montañas del Nudo del Paramillo.
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Rebeca Guzmán, Jefe de Relaciones con la Comunidad de la Empresa Urrá, les ha dado indicaciones. Maritza es voluntaria en la Red Médica, uno de los programas que instauró el Convenio, facilitando la asistencia a poblaciones que quedan muy retiradas, lo que dificulta el acercamiento a la población necesitada de los servicios médicos. Pero desde que existe la red, las comunidades están acompañadas porque este cuerpo de mujeres voluntarias les ayudan en la toma de muestras y el seguimiento a las condiciones básicas de salud. El cuerpo médico del convenio las ha capacitado.
Maritza dice que ingresó a las Red Médica porque no quería volver a enterarse de que alguien de su comunidad se había muerto por no prever una malaria.
El conocimiento que esta mujer tiene acerca de salud pública y preventiva equivale al de una auxiliar de enfermería, a pesar de que en este caso, Maritza no tuvo la oportunidad de ir a una escuela.
“Yo hago esto porque es un sueño cumplido. Yo no fui al colegio, pero esta es mi profesión. Además, estar pendiente a mi comunidad me anima a permanecer”, dice Maritza.
Esta auxiliar de enfermería trabaja las 24 horas, todos los días. Ella dice que siempre está pendiente por si algo se presenta.
Maritza está capacitada para hacer pruebas rápidas y detectar la malaria, coordinar campañas de prevención, tomar la presión arterial, hacer suturas e inyectar. Además de prestar los primeros auxilios.
La sonrisa con la que permanentemente habla es muestra de la satisfacción que siente con su trabajo. “Yo estoy muy feliz con esto, porque uno ayuda mucho. Antes las personas tenían que ir a Tierralta a hacerse los exámenes y como en el camino uno se demora más de una hora, entonces nadie iba. Visitaban al médico cuando ya era muy tarde”, dice Maritza.
El trabajo de esta mujer, quien a pesar de los esfuerzos no renuncia, le ha facilitado, y en varias ocasiones le ha salvado la vida a toda una comunidad.
Vea el recorrido que hace Maritza Jaramillo desde Chibogadó hasta el Centro de Salud de Frasquillo, donde se capacita y surte para restar atención médica de urgencia a su comunidad.