Montería. A la vista de muchos, la tez morena con pocas marcas de edad y la agraciada sonrisa en la cara de Cesar Casarrubia, da pocos indicios de lo difícil que ha sido la vida de este hombre.
Después de tener que dejar de estudiar acuicultura en la Universidad de Córdoba, Cesar Casarrubia ingresa a hacer parte de un grupo armado al margen de la Ley por “inmadurez”, dicho en sus términos.
Un amigo, al enterarse de la situación que, para esa época, atravesaba Cesar, le dio la ruta de acceso a un grupo armado ilegal.
Él había dejado de estudiar, no tenía empleo y, su esposa, quien fuera su novia en esos días, estaba esperando su primer hijo.
“Mi amigo me dijo, vamos para allá, mira que allá le va bien a todos. Él me pintó pajaritos en el aire y yo le creí”, relata Cesar, quien vive actualmente en Montería.
Córdoba ha sido uno de los departamentos más golpeados por la penetración paramilitar, guerrillera y de grupos armados ilegales. Enlistarse en las filas de cualquiera de estos no es imposible y tampoco difícil.
Cesar cuenta que, “allá todo es muy diferente, nada es como te lo cuentan”. Él no se percató de eso hasta que se vio durmiendo a la intemperie, obedeciendo reglas estrictas y vistiendo un camuflado todo el día.
“Yo pensé desertar, estaba desesperado. En mi casa nunca me faltó nada, pero allá debía dormir bajo la lluvia, no podíamos desconcentrarnos porque en cualquier momento había combates”.
Afortunadamente, para esa época, comenzaron a liderarse unos diálogos de paz. “nos dijeron que el proceso no tardaría más de un mes y medio, así que decidí esperar lo poco. Ya había esperado lo mucho y desertar podría traer sus consecuencias”, dice Cesar, cuando explica el proceso de dejación de las armas del que hizo parte.
“A nosotros nos convocaron en Ranchería, aproximadamente 3.000 hombres llegaron, todos excombatientes de las Autodefensas y, en presencia de la ONU y el Gobierno, entregamos las armas y los camuflados. De eso solo quedan las cenizas”, detalla Casarrubia.
Volver a surgir, después de esto, fue complicado. “Gracias a Dios, mi familia me apoyó muchísimo. Ellos, al igual que yo, sufrieron por todo esto”.
Cesar Casarrubia dice que está muy agradecido con la vida porque a él siempre le ha gustado estudiar: “Cuando regresé estudié enfermería y los fines de semana trabajaba haciendo comidas rápidas y de mesero en la Zona Rosa de Montería”.
Este monteriano, hoy, es un ejemplo de motivación. Cuando regresó de la guerra continúo sus estudios. Hizo un diplomado en la Universidad del Sinú de Desarrollo Empresarial; en el Servicio Nacional de Aprendizaje, SENA y con el apoyo Agencia Colombiana para la Reintegración construyó un proyecto, se capacitó en contabilidad básica y manipulación de alimentos y emprendió un negocio de comidas rápidas.
Fortaleció su idea y actualmente está a la cabeza de una empresa que ofrece banquetes para cualquier tipo de eventos: “Casarrubia Banquetes” y sigue preparándose académicamente.
De la guerra aprendió a hacer la paz. Por ello hoy apoya completamente los Diálogos de paz entre el gobierno Santos y las FARC. “Creo que nadie quiere la guerra y que las personas que apoyan la guerra es porque están desinformadas”, aseguró Cesar, quien participó de la guerra y hoy promueve iniciativas que propendan por la paz.
Como padre de cinco niños, como esposo e hijo, Cesar procura diariamente ser un ejemplo de integridad, “porque aunque el camino no es fácil, de todas nuestras experiencias debemos aprender”.