Atlántico /Barranquilla. El olor de la carne de res atrae a las moscas. Los insectos se posan sobre los pedazos de panza y lomo que cuelgan de garfios metálicos en algunos de los expendios de los sectores más populares de Barranquilla como La Alboraya y la calle 30.
El mal almacenamiento y la falta de refrigeración hacen que las moscas proliferen.
Que “lo que no se muestra no se vende” es su filosofía de venta. Dice que a los compradores les gusta ver bien lo que hay, y que diciembre es la mejor época para la venta. Una libra de costilla cuesta $3.500, una de hueso, $1.000.
Sobre cómo garantiza que la carne que vende no sea de la ‘mala’, asegura que el que tiene tiempo en el negocio conoce cuando la presa está descompuesta. “El ganado es como la gente, si viene de pasar trabajo se ve mal, no necesita uno saber mucho”.
No es el único que se cansó de espantar las moscas, en el mercado conocido como La Magola, en la calle 30, otros negociantes de la carne como José Zabaleta, de 41 años, perdieron la batalla contra los insectos.
Los operativos de vigilancia para estos negocios no incumplan las normas sanitarias de manipulación de cárnicos están a cargo de 20 técnicos de la Oficina de Salud Ambiental de la Secretaría de Salud del Distrito, dependencia según la cual en lo que va del 2014 realizaron 53 visitas a expendios exclusivos de comercialización de cárnicos bovinos, porcinos y de pesca.
Una adecuada iluminación y ventilación, los sistemas de refrigeración, y condiciones de los pisos, paredes y techos hacen parte de los requisitos para el funcionamiento de las carnicerías.
Las inspecciones consisten en la toma de muestras de alimentos para el análisis bacteriológico y descartar presencia de cólera; así como la solicitud del certificado de manipulación de alimentos, que consta que realizaron el curso dictado por la Oficina de Salud Ambiental.