¿Y qué dice usted del fútbol?

Opinión / Por Marcos Velásquez


Por Marcos Velásquez.

WHISKY

Me fui a acicalar la barba y como antes había conversado sobre política y había planteado unas posiciones polémicas sobre la política y la clase política local y nacional, mi barbero me pregunto: << ¡Bueno! ¿Y qué dice usted de fútbol? ¡Por qué de eso no ha hablado nada!>>.

Ante el contundente señalamiento, sentí un poco de pena y me puse a pensar en qué podía yo decir sobre el fútbol, y esto fue lo que compartí.

1. El balón.

Sin balón no hay fútbol. Y lo particular es que el balón somete la mente humana a la habilidad de los pies. A la fuerza de las piernas. A la velocidad del cuerpo. Irónicamente, lo que para nosotros es el balón en masculino, para el mundo es la pelota en femenino, lo que le da más sentido al espíritu de la esférica.

La pelota del fútbol es la materialización de lo femenino. Sin mujer no hay fiesta, porque ella es la gracia, ella es la que danza, ella es la que anima, ella es la que pone a los hombres en falta, porque ella es, por su naturaleza, la que permite que se dé el objeto de deseo.

Ella es la que consolida las alegrías o las tristezas de los hombres. Ella es el objeto por el que un hombre puede dar la vida, por el que un hombre deja sus lágrimas y su cansancio en la cancha, con tal de estar acariciando, tocándola, construyendo la ilusión de dominarla, cuando su esencia es lo opuesto al sometimiento absoluto de uno solo y para uno solo.

La esférica es la alegría, la que permite que se haga la fiesta. La que hace con su misterioso afán de ser dominada, que todo hombre pierda la cabeza y descubra sus habilidades más insospechadas, con tal de que se dé el encuentro entre sus pies y el roce sensual que electriza los efímeros instantes en que se está con ella, con tal de demostrarse que la puede dominar por unos instantes, o que gracias a su gracia, le permite sentir el clímax que cualquier hombre desea sentir al demostrarse a sí mismo que, con sus habilidades y el dominio de su embrujo, pudo construir para la hinchada el grito de placer que se decanta en la única palabra que produce el fútbol después del sufrimiento: ¡gol!

2. El gol.

El gol es el significante amo en el fútbol. Sin gol no hay sentido. Cada sujeto construye en su vida, una articulación significante que le permita hacer de ella algo por lo que valga la pena vivir. Por eso, la realidad psíquica del mundo del fútbol es el gol. En el fútbol, todo se hace por un gol. Al parecer, en la historia del fútbol se ve reflejado cómo el momento contemporáneo delata su realidad a través de los partidos, dado que antes se hacían muchos goles, mientras que ahora, hacer un gol cuesta cada vez más.

Lo que no ha cambiado en relación al gol es que, entre más cueste hacer el gol, más regocijo hay en quien lo hace, en su equipo y en su hinchada. Así como golear a unos troncos, antes que ser cuestión de orgullo, es cuestión de rabia, porque quien juega al fútbol sabe que quiere demostrarle a su rival que es mejor que él. Cuando no hay que demostrarle al otro que se es bueno, el sentido del gol se pierde.

Lo paradójico es que todos quieren meter un gol, pero no todos lo pueden conseguir. Por ello, en el fútbol siempre está la presencia de Dios, dado que en última instancia, es solo él quien determina quién va a ser el vencedor. Otros dirán que es cuestión de suerte, pero quien sabe de fútbol tiene clara su conexión espiritual, la cual, siempre que hay un gol, antes que festejar, se lo agradece a Dios.

3. Las reglas.

Las reglas del fútbol son básicas, lo que no quiere decir que sean simples o fáciles de cumplir. Como toda regla, se imponen para preservar el orden, los límites demandados para que exista un juego, un orden social, lo que empuja por su naturaleza a la transgresión de las mismas, con tal de conseguir el objetivo trazado en el orden significante del fútbol, el gol.

Las reglas están, pero difícilmente se pueden sostener por sí solas. En principio, todos los jugadores las quieren respetar, sin embargo, cuando se da inicio al desarrollo del juego, emana la pulsión, y con esta, la búsqueda de la satisfacción, lo que hace que las reglas se desdibujen, se nublen y aflore la búsqueda del deseo.

Sin reglas no hubiera juego y con ellas el juego se agita, porque su presencia estrecha la meta (el gol), la consolidación del deseo.

Las reglas plantean la paradoja. Entre más rígidas, mayor desborde. Sin ellas no hay orden simbólico, lo que hace que el juego no tenga sentido. Por ello el fútbol es en el campo, la metáfora sublimada de la guerra.

4. El árbitro.

El árbitro es la presencia perversa de la ley. Es el juez. El sujeto de la imparcialidad, lo que por principio es un imposible. Todo árbitro, por sí o por no, es parcial, sin embargo, su presencia hace parte del embrujo del fútbol, dado que es el segundo rival: el otro equipo y el árbitro.

El juez es subjetivo para poder hacer existir la objetividad. El árbitro no está solo en el terreno del juego, a él lo acompaña la presencia, que se transforma en la presión para él, de la mirada inquisitiva de los hinchas. Sin embargo, el árbitro está solo en la cancha, y sus decisiones son el silencio que apaga la fiesta o desborda los límites.

Quien encarna la ley es quien detona la violencia. Por eso el árbitro ha vestido de luto en la historia del fútbol.

5. El Entrenador.

El entrenador es el padre. El encargado de sostener la confianza, los albaceas del equilibrio, del optimismo, de la actitud y del triunfo.

Más que ser el estratega, es el responsable de la fortaleza. Es quien se guarda las heridas y aplaude los logros. Si el entrenador es humilde en su grandeza e impoluto en la derrota, es el hombre que con su fe trasmite la seguridad al equipo. Se trata del padre justo que asume los errores de sus hijos y celebra las victorias de sus jugadores.

6. El Hincha.

Es el ciudadano, el hombre o la mujer que necesita hacer catarsis, desahogarse, encontrar otro sentido aparte de los sentidos fallidos o las derrotas con que se topa en su día a día. Es quien le exige a su equipo un gol, el que le cobra a este su lealtad, el que le demanda triunfos para encontrar, más allá de la realidad, una alegría para asirse a la espera de un día más.

El hincha es el guerrero pasivo, es la energía que necesita el equipo para aplacar sus miedos y concentrarse en el latido de sus corazones. El hincha es el coreador de los mantras que tranquilizan a los jugadores antes de empezar el partido y los anima cuando estos se cansan por no conseguir el gol, o se desaniman por que se llegan a sentir derrotados antes del minuto final.

El hincha es la otra fuerza, es la fe que complementa la del entrenador, porque él solo tiene una opción, ganar para resistir un día más, para festejar su fidelidad, la que en ocasiones la vida no le reconoce y lo arrastra al sin sentido de la soledad.

El hincha es el que en el último minuto, o en el penal, recuerda que Dios está ahí presente y lo invoca para que la locura de la esférica se aplaque en las redes que han de abrazar su inquietante levedad.

7. Los periodistas y los narradores.

El fútbol existe gracias al mundo simbólico. Sin lenguaje no hay fútbol, por ello, el fútbol tiene a sus propios teóricos, los que se encargan de ordenar las patadas y las emociones. Los periodistas y los narradores son los incansables trabajadores de la teoría del gol. Ellos, a partir de sus apreciaciones se tornan, partido a partido, en los cronistas de una verdad inasible, la verdad del gol.

Como toda verdad, los periodistas y los narradores, en cada partido se enfrentan a lo desconocido, a lo inacabado, a la oportunidad de aprender algo más sobre el espíritu loco de la pelota. Por ello, hoy, en la era de la tecnología, del control absoluto, donde “la mano de Dios” no puede estar presente por el hipermonitoreo de los actos, a través de la inquisidora mirada de las cámaras, ellos no pueden perder su sentido subjetivo de narradores, dado que es ese sentido de humanos el que hace existir la emoción del gol.

Si desisten de esa posición subjetiva, solo quedará para el fútbol una imagen fría de estadísticas y porcentajes que en la realidad virtual dirán pero no sentirán, cuando el fútbol está basado en el sentimiento, el que sólo se sostiene a partir de la palabra y las historias que esta teje.

8. El 10.

El DIEZ es un hombre. Un hombre que casi siempre sale de los lugares más apartados de la sociedad. Es un hombre destinado a ser grande, con el riesgo de llegar a creerse Dios, porque solo hay un Dios, y él no está en la tierra, a pesar de que los frágiles humanos siempre insisten en verlo a su lado.

El 10 es un armador, es el que convoca, es la fe del entrenador en la cancha, es la lógica, el latido del corazón del equipo, es el guerrero que nunca se cansa, es el gol en movimiento antes del gol, es el pase gol, es Maradona, al que se le perdona todo, menos el que por ser zurdo haya tomado dicha excusa para apoyar la Venezuela de Chávez y Maduro. Pero gracias a ello, Maradona no es Dios.

Dios sigue en el cielo, y desde allí vela para que todos los diez de los equipos sean el mejor hombre del fútbol, el equilibrio del equipo, la alegría de la cancha, el seductor que doma la pelota, el que alimenta la magia del fútbol con sus pies.

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