La violencia en Montería es una sombra que se extiende dejando marcas en la vida de muchas personas. Más allá de ser un problema que afecta la salud pública, esta problemática arraiga en desigualdades sociales y culturales que requieren una respuesta integral y multidisciplinaria.
En los últimos meses, los casos de violencia contra la mujer han mostrado un aumento constante. Esto podría estar relacionado con las campañas que han alentado a las víctimas a denunciar, pero también refleja la persistencia del problema. Las modalidades más frecuentes incluyen violencia física, psicológica y económica. Las principales víctimas son mujeres jóvenes y de mediana edad, especialmente aquellas de barrios socioeconómicamente más vulnerables y localidades urbanas periféricas. Los casos a los que me referiré a continuación son los que de alguna manera logran recibir atención médica o ingreso a una institución prestadora de servicios de salud, y que son los que se registran en el sistema de vigilancia epidemiológica y se reportan ante el Instituto Nacional de Salud.
Durante 2024, hasta el 28 de diciembre, se notificaron 1.474 casos de violencia de género en Montería, 80% en contra de mujeres y 20% en contra de hombres. Este dato, aunque impactante, se enmarca en una tendencia preocupante: en 2023 se cerró con 1.486 casos, en 2022 con 1.453 y en 2021 con 1.272. Las cifras muestran cómo el problema ha evolucionado sin disminuir estos últimos años.
Desglosando los casos de 2024, la violencia física predomina con un 63,2%, seguida de la violencia sexual con un 27,4%, la negligencia y el abandono con un 6,1%, y la violencia psicológica con un 3,2%. Además, 50 de los casos notificados involucraron a mujeres gestantes. La mayoría de las víctimas notificadas corresponden a mujeres entre los 12 y 59 años, y el 97% pertenecen a los estratos 1 y 2. Es preocupante que el 10,5% de los casos ocurrió en zonas rurales, destacándose la vulnerabilidad de estas comunidades.
Según la relación con el agresor, el 32,8% de los casos fueron perpetrados por la pareja, el 20,5% por un familiar, el 20,4% por personas sin parentesco, el 15,5% por exparejas, el 6,1% por las madres y el 4,7% por los padres. En los casos de violencia física, el 81,9% ocurrieron dentro de las viviendas, con 764 episodios documentados, y el 74% de los agresores emplearon objetos contundentes o corto-contundentes.
Detrás de las cifras: el impacto humano
Las estadísticas no logran capturar el dolor y sufrimiento de las víctimas de violencia. Lesiones físicas, trastornos mentales como depresión, ansiedad e intentos de suicidio, y dificultades para mantener relaciones interpersonales y laborales son solo algunas de las secuelas de esta problemática.
La violencia de género no surge de la noche a la mañana. Se alimenta de estereotipos de género arraigados en nuestra sociedad, de relaciones de poder desiguales y de una cultura que, en ocasiones, tolera, justifica o minimiza estas agresiones. Las consecuencias trascienden el ámbito individual, afectando a las familias, las comunidades y toda la sociedad.
Un llamado a la acción colectiva
Las distintas formas de violencia vigiladas por salud pública no son un asunto de la esfera privada de víctimas y victimarios, sino un problema público que requiere la acción de todos. Desde el ámbito familiar, pasando por las instituciones educativas y llegando hasta el Estado, cada uno de nosotros tiene un papel fundamental que desempeñar:
Al interior de las familias debemos educar en igualdad y respeto desde la infancia, esto es clave para prevenir la violencia. En las escuelas hay que implementar programas de educación afectivo-sexual y prevención efectiva de toda forma de violencia. Desde el Gobierno se deben fortalecer las instituciones encargadas de atender a las víctimas, garantizar el acceso a la justicia y potenciar políticas públicas que promuevan la igualdad. En los medios de comunicación es deseable la promoción de una representación de mujeres y hombres respetuosa y libre de estereotipos. Y desde la ciudadanía es imperativo denunciar cualquier caso de violencia, sensibilizarnos y empatizar con las víctimas.
Montería puede ser un ejemplo
Nuestra ciudad tiene el potencial de convertirse en un referente en la lucha contra la violencia contra la mujer. Es necesario trabajar de manera conjunta y coordinada para erradicar esta problemática. ¿Qué podemos hacer? Conocer las leyes que protegen a las mujeres y los recursos disponibles para las víctimas, empoderar a las mujeres y fomentar su autonomía económica y social, cambiar las mentalidades para acabar con los estereotipos de género y promover relaciones basadas en el respeto y la igualdad, y apoyar a las víctimas ofreciendo entornos seguros y acompañamiento psicológico.
La violencia solo puede ser erradicada cuando salimos de la sombra y hablamos abiertamente sobre ella. Es hora de que Montería se una en esta lucha y construyamos una ciudad más justa y equitativa para todas y todos.