FOCUS
El “holograma” del Otro
Quizás lo más difícil de pensarse como marca personal, es el concepto de venderse. A lo sumo, porque nuestra formación moral nos ha llevado a estimar que venderse está del lado de la deshonra o del pecado.Sin embargo, cuando hablamos de marca personal, es crucial tener la claridad de que no es uno quien se vende, es el servicio que yo presto, lo que estoy vendiendo.
Para acercarnos a esa claridad se ha de pensar en un concepto que Freud trajo al mundo, y luego Lacan, con su enseñanza ayudó a esclarecer. Hablo de la realidad psíquica.
Tomo la psique, como esa personificación del alma que los griegos le dieron en la mitología porque, a mi modo de leer al sujeto del lenguaje, constato que más que un cerebro, lo que hay cuando éste habla, es su realidad del alma. Pero, como estoy hablando de marca personal, he de plantear que hoy conocemos dicha realidad, condensada en el “Yo que piensa”.
De manera ligera creemos que ese Yo se auto determina, aduciendo que porque yo hago algo, soy yo quien lo hace. Y ahí viene uno de los capítulos más crudos para poder entender con claridad por qué, quien tiene una marca personal, debe pensar por sí mismo y no ser el “holograma” del Otro.
La realidad del alma.
La realidad psíquica o del alma, en relación al Yo, siempre está sujeta al Otro. Éste Otro es el lenguaje, es el mundo simbólico, es el lugar de todos los significantes. Para Yo poder nombrarme siempre he de ir a ese Otro a buscar mi significación, la cual se torna en el significado de lo que soy.
Pero, dicho significado puede cambiar si Yo alcanzo a esclarecer que dentro de esas identificaciones en las que Yo me anudo al Otro, es su deseo quien opera en mi elección significante y no la mía.
Recuerdo que estoy hablando de la realidad psíquica, y que Yo creo que hago lo que hago por mis propias elecciones. Aún así, el Otro me determina con su deseo, y yo no soy consciente de ello.
Verbigracia, Yo digo que soy abogado, porque me gusta el derecho, y obvio, porque yo lo elegí. Sin embargo, al momento de hacer esa elección significante, no tuve presente que en mi familia, o entre mis amigos, o en la sociedad, o dentro de mis figuras de autoridad, había alguien significativo con quien me identifiqué de modo inconsciente, y por eso hice yo mi elección.
En éste ejemplo, ser Yo abogado, no me quita ni me resta porque yo lo elegí. No obstante, si Yo me hubiera escuchado y tuviera claridad sobre mí mismo, podría comprender dicha elección significante, entre otras muchas ofertas significantes que había alrededor mío y yo no atendí.
He de resaltar, que no está ni bien ni mal el hecho de que yo haya elegido, por identificación con el Otro, mi ejercicio profesional. Pero en los efectos de la ejecución de mi práctica profesional, sí se verá reflejado el peso de mi deseo en dicha elección, en relación al deseo del Otro.
Lo expongo así: la persona que me inspiró puede ser por sí misma el gran profesional, pero yo, quien no tengo claridad sobre cómo Yo hice mi elección, puedo trastrabillar en la ejecución de mi ejercicio profesional, por no comprender que hay algo en mi elección que no corresponde a mi deseo, si no que hace parte de la mera identificación con el deseo del Otro.
En éste orden de ideas, espero que esté esclarecido el hecho de que, para Yo tener una marca personal, debo conocer mi Yo. Esto lo hago a partir del desciframiento de mis elecciones significantes en relación al Otro.
Así las cosas, sólo quien tiene claro su deseo, puede vender su marca personal como el producto intangible de su Yo. A lo sumo, quien tiene claro lo que hace y por qué lo hace, no tendrá inconveniente alguno en la venta de sus servicios e incluso, en dar muestras gratis de él para darse a conocer.