Misericordia es dar el primer paso

Por: Juan Manuel Galán


Por: Juan Manuel Galán

Antes de tomar el avión que lo trajo a Bogotá, el Papa Francisco envió su primer mensaje a los colombianos. Dijo que muchos de nosotros seguramente nos preguntamos qué pretende él con este viaje. Frente a esa pregunta, sostuvo que quiere encontrarse con Colombia para compartir una verdad profunda: sin importar nuestros méritos, fuimos creados para amar. Por eso, una de las aspiraciones más profundas de los seres humanos es entregarse a los demás.

Esta no es la primera vez que recibimos a un Sumo Pontífice, pero el mensaje de ahora es diferente a los de visitas anteriores. Fue en 1968, cuando por primera vez el Vaticano envió al máximo jerarca de la iglesia católica a Latinoamérica. En esa oportunidad el Papa Pablo VI ofreció una misa en lo que hoy es el parque Simón Bolívar, y envió un saludo a la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.

En aquella conferencia la iglesia afirmó la opción por los pobres, sembrando la semilla de la teología de la liberación. Su mensaje fue claro al afirmar que ciertas grandes crisis de la historia podrían haberse evitado si se asumieran las reformas que la gente pide con desesperación y termina obteniendo a través de revoluciones violentas.

Varios años después, en 1986, nos visitó el Papa Juan Pablo II luego de dos grandes tragedias en nuestro país: la avalancha de Armero y la toma del Palacio de Justicia. El mensaje de Karol Voytiwa reivindicó la necesidad de hacer frente a obstáculos como las crisis económicas y a promover un desarrollo integral del ser humano.

Ahora viene a nuestro país Francisco, Jorge Mario Bergaglio, primer Papa latinoamericano. Un hombre sencillo y austero que evitó el lujo del palacio Vaticano para ocupar una sencilla habitación en la casa de huéspedes Santa Martha. Un verdadero Pastor que habla de misericordia cuando el mundo exige justicia, y que prefiere ser llamado Francisco, como un hombre común, y no “su santidad”.

Aún así, el mensaje de este hombre es contundente: el amor ha sido sembrado en nuestros corazones y el amor como toda semilla tiende a crecer. Sin embargo, a menudo esto no ocurre. El egoísmo, el orgullo y la desesperanza marchitan el amor. Un amor que requiere voluntad constante, decisión, pues no es una emoción pasajera. Esperamos que esta visita, nos permita atrevernos a «dar el primer paso» para ser personas de paz, para no quedarnos esperando a que los demás den ese primer paso y vivir en armonía. En Colombia, el corazón se nos ha endurecido, la guerra y la violencia cotidiana han sembrado frustración y resentimiento. Esperamos que la bendición del Papa sobre nuestra tierra, nos permita decidir vivir en paz.