Para la mitología Zenú, Onomá era una princesa que enviudó de su amado acompañante y cayó en un eterno llanto. De las torrenciales lágrimas que emanaban de su dolor, se formó el majestuoso Río Sinú. Las lágrimas comenzaron a caer desde el Nudo del Paramillo y terminaron su recorrido en Boca de Tinajones, colindando en la Bahía de Cispatá.
Desde entonces, el lamento perenne de Onomá, formó uno de los afluentes más importantes de la costa norte de Colombia, con un recorrido de 415 kilómetros, atravesando 17 municipios, entre ellos la ciudad de Montería.
Milenariamente, los Zenues utilizaron el río para trasportarse en pequeñas embarcaciones de balsa y allí iban recorriendo sus asentamientos e intercambiaban alimentos. Luego, con la llegada de los españoles y la época del colonialismo, el Río Sinú fue testigo de grandes embarcaciones que iban desde el Alto Sinú hasta el mar caribe. Hace más de 100 años, los pobladores de ambas riberas del río inventaron un método artesanal de trasporte fluvial, mecánico, que pasara de una orilla a la otra y así unir aún más la región. Fue así como salieron a flote los afamados “Planchones” palabra no existente en el diccionario de la Real Academia Española, pero como los caribes llevamos una vocación sacerdotal por dentro de bautizar lo que tenga o no tenga nombre, le colocamos el nombre con el que hoy se conocen.
Los planchones son una réplica o hibrido de lo que en el mar son los Catamaranes y en las Ciénegas eran las balsas indígenas, diseñados para trayectos cortos, de bajas mareas o aguas mansas, decían los campesinos de antaño. Funcionan sin motor, sus movimientos direccionales dependen de la corriente del agua y son maniobrados por humanos que en el argot popular les llaman “Planchoneros”.
Guillermo Pico, más conocido como “Guillo Marlboro”, por aquello de ser un enfermizo fumador de cigarros, siempre cargaba un paquete de la marca en mención en el bolsillo de su camisa. Anteriormente, consumía hasta 2 cajetillas diarias, hoy solo una porque según él “está dejando el vicio”.
Guillo Marlboro siempre ha vivido en la margen izquierda de Montería, muy cerca de la carretera a orillas del caudaloso Sinú. Desde pelao se ha cruzado el Río de diferentes maneras, nadando, en canoa y en planchón. Hoy, a sus 56 años, tiene un automóvil que lo traslada a todos lados, exceptuando cuando va para el centro, entre carreras primera y tercera. Prefiere atravesar el río en un planchón y caminar unas cuantas cuadras para hacer sus diligencias.
Mientras se termina de fumar el octavo cigarro del día me dice que son varias las motivaciones para no irse en carro: “El tema es que pa’ llegar al centro me toca pasar cualquiera de los 2 puentes, ya sea el Metálico o el Segundo Centenario, gasto gasolina, me toca la odisea de buscar parqueo en el centro y pagar el parqueadero. En cambio, pasando en planchón gasto menos plata, no contamino el ambiente con el carro, me echo mi tertuliada y me tiro 4 cigarros entre ida y regreso… dime tú si no es más mejor así”.
Los Planchones han tenido una gran aceptación como transporte de interconexión tanto en zonas rurales y casco urbano de las poblaciones del departamento de Córdoba, por donde la Princesa Onomá dejó rodar sus lágrimas. Hace más de un siglo existen y han servido en los pueblos para el transporte de animales y alimentos en grandes proporciones. En zonas rurales son más rústicos y de mayores dimensiones. Aún siguen siendo vitales para el desarrollo y supervivencia comercial del agro. Mientras que en los sectores urbanos son de construcciones menos agrestes, más pequeños, debido a que solo es para trasporte humano.
Desde el municipio de Tierralta hasta Boca de Tinajones hay aproximadamente 50 planchones, según datos de la Jurisdicción de la Inspección Fluvial de la ciudad de Montería (IFM), de los cuales 25 se encuentran en el perímetro urbano como trasporte público fluvial de pasajeros. La población que más utiliza los servicios de los planchones, son las personas jóvenes, entre 18 a 24 años, pagando un costo de $ 1.100 pesos. El valor de inversión para la construcción de un planchón es de 25 a 30 millones de pesos aproximadamente.
Estos monumentos acuáticos, llamados “Arquitectura Náutica”, inician su faena diaria a las 5 AM. El primer viaje se efectúa de margen izquierda (origen- lugar donde se amarra por las noches) hasta la margen derecha (destino), realizando un cruce transversal por el río en un tiempo aproximado de 5- 6 minutos. Así, sucesivamente el zarpe, mientras se dejan acariciar lentamente por el río, realizan 112 cruces diarios hasta que el sol esconde sus vestigios radiantes y el crepúsculo se impregna en el paisaje de la Avenida Primera. El planchonero, que a veces se turna con otro, amarra con una gruesa cadena de alrededor de 4 metros, en dos postes y asegura con un candado a esperar un nuevo día.
En una amena tertulia, organizada por la Secretaría de Cultura de Córdoba, zarpando el Río Sinú en el “Planchón La Estrella del Sinú” la investigadora y consultora Claudia Derisso revelaba algunos datos relevantes con base en un estudio que ella realizó: “El Municipio de Montería tiene, según estimaciones del DANE para 2018, una población total de 460.082 habitantes, de los cuales 357.623 viven en el casco urbano y 102.459 en el área rural. Según la Registraduría 82.578 personas, es decir el 25% de la población, habita en la margen izquierda. Estos barrios pertenecen a la comuna 1 y 2. Se traduce entonces lo siguiente: el 25% de los habitantes de la ciudad cruzan por los planchones. Redondeando la cifra, 83 mil personas viven en margen izquierda, lo que da un estimado de 20.750 personas activas utilizando los planchones como medio alternativo y de interconexión de trasporte”.
Mientras Claudia, una Argentina que se dejó cautivar por estas tierras y decidió quedarse para siempre, hablaba de sus datos y las bondades ecológicas, turísticas y económicas del servicio náutico, los asistentes degustaban de un buen tinto y galleta de limón.
Aparte de servir como medio de trasporte, los planchones se han convertido con el paso de los años en un atractivo turístico casi que obligatorio para foráneos y propios. Se alquilan para eventos sociales, académicos y culturales. Hacen parte del patrimonio cultural de la ciudad de Montería, embelleciendo el paisaje como elementos representativos de nuestra cultura. Y como dijo la hacedora de arte y gestora cultural Raquel Pacheco “Cuando Dios pensó en el paraíso, se inspiró en el Río Sinú y sus planchones” y, si no, que lo diga Guillo Marlboro.
Buen viento, buena mar
Posdata: El nuevo Sistema Integrado de Transporte Businú de Montería, debe tener en cuenta una buena señalización en el río como ruta fluvial, para evitar accidentes a futuro. Que se piensen en la prolongación de los Planchones y cómo seguir fortaleciendo sus servicios.