Opinión/Por Manuel Medrano. No soy enemigo del vallenato pero me tiene aburrido. Apenas yo me levanto, es vallenato corrido… no quiero un mal entendido de mis amigos vallenatos. Lo que quiero es que el porro mío, también lo escuchen un rato. Los músicos vallenatos todos tienen plata en el banco, pero el músico fandanguero solo tiene la rula y el garabato.
Con esta letra de una bella canción del Maestro Pablo Flórez que muy pocos conocen, por no haber sido difundida por las estaciones de radio como lo amerita toda la obra del gran compositor de la Aventurera y los Sabores del Porro, queremos hacer un llamado de atención a la comunidad sobre ese patrimonio intangible que tenemos los nativos de la Región Caribe, como es el porro y su escenario natural, El Festival de San Pelayo, que ya llegó a sus 40 años y no ha podido consolidar una estabilidad organizativa por la lucha de los poderes políticos, , económicos, y sociales; lo que deja en evidencia la falta de sentido de pertenencia de la clase dominante.
Si valoráramos lo que tenemos y fuéramos consientes de las conquistas que ha tenido el porro y tuvieran en cuenta su riqueza melódica e instrumental comprenderían el éxtasis que significa escuchar una banda como la 19 de Marzo de Laguneta o la Banda Juvenil de Chochó, son actos sublimes que no resisten la contaminación.
En la década de los 50s en Bogotá solo se escuchaban bambucos y guabinas, pura música andina, llegó el Maestro Lucho Bermúdez con sus porros, y después de un lapso prudencial la música de la Región Caribe se convirtió en la música de Colombia. La Sonora Cordobesa, la Orquesta de Pacho Galán, la Sonora Dinamita y La Billos Caracas Boy de Venezuela hacían las delicias en la radio y en las fiestas, hasta cuando surgió la vellenatización del país, con el soporte de un festival bien organizado por la Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata. Es por ello que resulta lamentable que el Festival Nacional del Porro de San Pelayo haya llegado a la mayoría de edad sin que sus organizadores se hayan percatado de la importancia del papel que juega para el impulso permanente de nuestra música folclórica. No han creado una fundación ni se han concientizado de que la grandeza del Festival consiste en no dejarse contaminar de otras manifestaciones folclóricas y populares, debe ser solo un escenario exclusivo para porros y fandangos.
Hay gente que ya no va a San Pelayo porque el vallenato lo encuentran en todas partes. Que hacían Sergio Vargas, los Betos y Peter Manjarrez en el mismo escenario, en lo que debe ser el recinto sagrado para el porro; Eso es solo un buen negocio para los empresarios, pero un atentado para una manifestación musical que es ignorada por los medios de comunicación.
En Córdoba y Sucre hay que hacer un trabajo colectivo que tenga como objetivo preservar ese patrimonio musical que se llama porro.
Según los investigadores el porro es el aire musical que mejor tiene equilibrado los sentimientos raizales de la cultura nuestra. Las bandas de música se están acabando y a nadie parece importarle.
Un porro estaba llorando/ a orillas del río Sinú/porque lo había abandonado parte de la juventud/
También lo habían olvidado / algunos compositores/que solo se han dedicado a componer otros sones/. Estos son apartes de una composición del Maestro Miguel Emiro Narango titulada la Protesta del Porro compuesta en 1978, y parece que fuera producto de lo que pasa hoy con el porro, las bandas y Festival Nacional del Porro en San Pelayo.