Impactos invisibles, riesgos reales: un caso real del error que costo una fortuna

Por: Javier De La Hoz Rivero
1 mes atrás

Durante años en mis clases en distintas universidades del país cité el caso que hoy decidí contarles, es un claro ejemplo de cómo los impactos ambientales no siempre son evidentes, pero sí pueden tener consecuencias jurídicas y económicas significativas, en ese momento, el caso aún estaba en litigio, pero su potencial para marcar un precedente era claro, ahora, con la reciente sentencia SC3280-2024 de la Corte Suprema de Justicia, esta historia se convierte en una advertencia real para las empresas que manejan actividades de alto impacto.

La historia en resumen es la siguiente:

Una empresa minera operaba con todas sus licencias en regla y cumplía con las normativas de ordenamiento territorial y ambiental, su actividad estaba debidamente autorizada, y dentro de su Plan de Manejo Ambiental aprobado en 2010 ya se advertía que las explosiones podrían afectar la fauna del área, sin embargo, el impacto parecía menor, en apariencia manejable.

A un kilómetro de la operación , un zoo criadero de babillas producía pieles de alta calidad para exportación, estas pieles son usadas por marcas de lujo para fabricar sus productos. La empresa minera no vertió sustancias contaminantes ni alteró físicamente el ecosistema del criadero, su error fue más sutil, pero igual de costoso: no anticipó el efecto que el ruido y las vibraciones constantes que sus detonaciones tendrían en el comportamiento de los reptiles, reitero, detonaciones que venían autorizadas por la autoridad ambiental.

Las explosiones causaron un estado de estrés crónico en los animales, generando agresividad, ataques entre ellos y lesiones en su piel, como resultado, miles de pieles pasaron de ser de primera categoría a segunda, perdiendo valor en el mercado y generando pérdidas económicas multimillonarias.

El problema no era evidente a simple vista, pero el daño era innegable, y la Corte lo reconoció

El fallo se basó en estudios técnicos y en la experticia del Dr. Grahame Webb, un reconocido especialista en cocodrilos, quien explicó que las explosiones pueden alterar la conducta de estos animales incluso a kilómetros de distancia, los reptiles tienen sensores en la piel capaces de detectar las más mínimas vibraciones en el agua, en este caso, las detonaciones no solo fueron percibidas por los animales, sino que las interpretaron como señales de alerta extrema, activando respuestas instintivas de supervivencia, el Dr. Webb citó estudios previos donde explosiones en minas ubicadas a más de 2 km de distancia causaron mordeduras, lesiones en la piel y disminución de la alimentación en zoocriaderos de cocodrilos en África.

El testimonio de expertos confirmó que el ruido y la vibración de las explosiones llevaron a las babillas a un estado de alerta permanente, conocido como “disestrés”, lo que aumentó la agresión entre ellas y afectó directamente la calidad de sus pieles.

La prueba más contundente fue una grabación donde se observó cómo, tras cada explosión, las babillas reaccionaban con una zambullida masiva seguida de llamados de alerta, un comportamiento asociado con el miedo y el estrés en estos reptiles

Este caso deja en evidencia una verdad incómoda para muchas empresas: cumplir la norma no garantiza estar libre de responsabilidad, La empresa minera tenía permisos, seguía los procedimientos exigidos por la ley y operaba bajo los estándares ambientales vigentes, sin embargo, la falta de previsión sobre un impacto no tan evidente terminó por derivar en una condena de más de seis ceros a la derecha.

La Corte fue clara: la empresa había reconocido la posibilidad de afectaciones, pero no implementó los cálculos técnicos adecuados para minimizar el impacto de sus detonaciones en los receptores del entorno.

Las empresas deben entender que el impacto ambiental no siempre es inmediato, visible o predecible en términos tradicionales, la contaminación del agua, la deforestación o las emisiones son riesgos evidentes, pero este caso demuestra que también pueden existir afectaciones indirectas con consecuencias económicas tangibles.

Este fallo establece un precedente contundente,si una afectación  ambiental indirecta, como el estrés en animales por detonaciones, es suficiente para generar responsabilidad e indemnización, el estándar para los impactos más tradicionales será aún más estricto.

La deforestación masiva, la contaminación de fuentes hídricas, la alteración de ecosistemas críticos o la afectación de comunidades humanas son riesgos que han sido históricamente demandados, pero con este precedente, los tribunales estarán más dispuestos a evaluar impactos menos evidentes y a reconocer su valor indemnizable.

Las empresas que subestimen los efectos colaterales de sus actividades pueden encontrarse con litigios aún más complejos y costosos en el futuro. La pregunta clave es: ¿Están preparadas para este nuevo estándar de responsabilidad ambiental?

Este caso es un recordatorio de que los riesgos invisibles pueden convertirse en pasivos millonarios si no se gestionan a tiempo, lo que parecía una actividad controlada terminó en una condena por responsabilidad extracontractual, sentando un precedente que obliga a las empresas a repensar su estrategia de gestión ambiental.

El mensaje es claro: en un entorno de creciente litigiosidad ambiental, las empresas que solo ven lo evidente están dejando pasar los riesgos más costosos.

Posdata: ¡Conocí el caso muy de cerca, tuve la fortuna de contestar la demanda de casación ante la Corte Suprema de justicia a través de la cual la empresa minera pretendía exonerarse de responsabilidad, mis respetos al colega, pero sobre todo amigo Mario García Martínez quien conoció el caso desde el minuto cero, tremendo precedente!