Fe y esperanza: pilares para el 2025

Por Carlos Ordosgoitia Sanin
2 semanas atrás

En los albores de un nuevo año, cuando comienzan los primeros destellos de luz del 2025, me encuentro visionando una Colombia que refleje todo nuestro potencial y nuestras aspiraciones más profundas. Imagino un país donde la justicia, la equidad y la solidaridad no sean solo ideales, sino realidades vividas día a día. Un país que brille con el talento y el esfuerzo de su gente, y donde cada colombiano encuentre su lugar para crecer y prosperar. Este es un sueño compartido por millones de personas que anhelamos ver una Colombia llena de oportunidades para todos.

En este momento de reflexión al cierre del año, en medio de los cambios esperados que no siempre llegan y el optimismo que, poco a poco, parece desvanecerse, emergen como faros indispensables la fe y la esperanza, fuerzas motrices que nos impiden decaer, nos impulsan hacia adelante y se convierten en pilares esenciales que guían el camino hacia la Colombia que todos soñamos.

Al escribir estas líneas, siento la profunda necesidad de transmitir un mensaje de servicio y resiliencia. La fe y la esperanza son, en esencia, poderosos instrumentos de desarrollo personal que cada ciudadano debe atesorar.

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La fe nos invita a imaginar y creer en posibilidades más grandes, en cambios que en un principio pueden parecer imposibles, pero que, con perseverancia y unidad, se pueden lograr. Esta nos ofrece la fortaleza para creer en lo que todavía no vemos y nos impulsa a seguir adelante, a pesar de los desafíos. Nos recuerda que, aunque el camino pueda ser incierto, cada paso firme que demos nos acerca al país que queremos construir a partir de acciones concretas y decisiones valientes que reflejen nuestras convicciones más sólidas.

La esperanza nos conecta como el hilo conductor para encontrar el camino que enlace nuestros esfuerzos presentes, el ser que somos y lo que podemos ser en un futuro, transformando los sueños en realidades; mantener viva la llama de la esperanza es el motor que nos impulsa a perseverar en nuestros propósitos, a persistir en la búsqueda de nuevos horizontes a creer en nuestro potencial, incluso en los momentos de mayor dificultad, sin claudicación alguna para la construcción de una sociedad inclusiva, justa y solidaria en donde todos puedan vivir con dignidad. Cada acción pequeña hacia la paz es un ladrillo en la edificación de un futuro en el que prevalezca la convivencia armónica.

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Mi invitación es clara, una convocatoria a la firme convicción de superar nuestras dificultades, unidos bajo un mismo propósito y anhelo: mejorar lo que hoy no está bien. No podemos perder la fe y la esperanza en la democracia, nuestras instituciones, el ciudadano y la familia, porque son estos los motores que siempre deben permanecer vigorosos y fortalecidos.

Recordemos cómo en el pasado enfrentamos juntos la pandemia y otras pruebas difíciles; es tiempo de comprender que el país necesita más ciudadanos comprometidos con el interés nacional, con la defensa de la producción y la construcción de una nación sólida.

Es el momento para que todos los colombianos, desde los pueblos más pequeños hasta las grandes ciudades, nos unamos para construir una Colombia más justa, competitiva y próspera. Más allá de las complejidades socioeconómicas, el camino por construir es claro: debemos apostar por una función propositiva que aplique políticas públicas justas, basadas en la equidad y en la generación de confianza. Tenemos la oportunidad de restaurar la esencia de un país donde todos, sin excepción, tengan el derecho a vivir bien.

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Para el 2025, elevo una plegaria a Dios para que sea un año de prosperidad, salud y grandes bendiciones para cada colombiano. Deseo que el nuevo año marque el inicio de un capítulo lleno de logros y alegrías para todos. Que cada día traiga nuevas oportunidades para crecer y que cada esfuerzo realizado tenga un impacto duradero y positivo para las comunidades. Es un deseo que va más allá de lo personal, es un llamado a que cada colombiano sienta que su futuro está lleno de posibilidades tangibles y alentadoras.

Dejemos que el amor por nuestra tierra nos impulse a unirnos, desde los rincones más remotos hasta el corazón de las ciudades. La tarea no es sencilla, pero con fe y esperanza, cada paso que demos nos llevará a la Colombia que deseamos ver florecer. Que la unión de nuestros sueños y esfuerzos se convierta en la fuerza que impulse a nuestro amado país hacia un futuro resplandeciente y prometedor, donde nuestras aspiraciones y realidades se alineen maravillosamente.