Son varias las experiencias exitosas que existen en el país, cuando se habla de la confluencia de calidad, responsabilidad social y sostenibilidad financiera de las Instituciones prestadoras de servicios de salud.
Esto es la prueba de que los tres elementos no son incompatibles y que, por el contrario, la sinergia de estos, hace posible la existencia de entidades robustas, que, si bien centran sus esfuerzos en brindar la mejor atención a sus pacientes, de forma paralela buscan el equilibrio económico, sin que este se convierta en su razón de ser; jamás está por encima de las personas.
Cuando la evidencia está ahí, resulta difícil entender por qué estos modelos de operación no han sido replicados de manera macro, primero como reconocimiento a la valentía de quienes los han liderado sin negociar sus principios, en un sistema en el que la dinámica ha absorbido a la mayoría de sus actores convirtiéndolos en mercaderes, y por otra parte, como el aprovechamiento de la experiencia de otros, que no es más, que una forma de abrir el camino a quienes no hemos logrado encontrar la forma de que encajen todas las piezas, con resultados que benefician a todos.
En este contexto tiene mucho valor el énfasis que desde el Ministerio de Salud y Protección Social se le está dando a la calidad en salud, como una forma de reestructuración, en la que el modelo de atención esté dirigido hacia esta; en buena hora esta cartera reconsideró el rumbo, y sin descuidar los demás aspectos, reconoció que ya estuvo bien la concentración desmedida de EPS e IPS buscando la mejor tarifa sin que haya un precedente de concertación entre ambos; la forma ideal de contratación, que si capitación, evento, pago global prospectivo o paquetes, en lo que ha tomado mayor relevancia lo administrativo frente a lo asistencial, desvirtuando así en su totalidad la vocación de servicio que debe primar, cuando de seres humanos se trata. La infaltable discusión sobre contabilidad, cartera, deudas y finanzas en general, en donde el concepto de salud sin duda se identifica con dinero y no con personas.
El ministerio de Salud y protección Social ha retomado lo que se conoce como la triple meta, la que hace referencia a “la búsqueda simultánea de la mejor salud posible de la población, ofreciendo la mejor experiencia en atención en salud, al costo per cápita más justo”.
Resulta muy a lugar lo que manifiesta el ministro Juan Pablo Uribe al respecto, cuando anota que esto “obliga a enfocar la gestión del ministerio de Salud y Protección Social en mejorar las condiciones y el bienestar de la población; en promover el respeto del servicio por la persona y la comunidad cumpliendo sus expectativas. “El tema de servicio es tan importante como el resultado en salud. No basta con mejorar los estados de salud poblacionales si lo hacemos atropellando la dignidad, la cultura, la creencia de las personas y las comunidades”.
Nada más cierto, y aunque la calidad demanda arduo trabajo, esta se ha subvalorado, desconociendo su impacto en todos los demás componentes del sistema de salud, pues si se quiere hablar de dinero, la definición de procesos, su claridad, sensibilización del personal a cargo y la humanización de la prestación de servicios, se ve reflejada directamente en los costos que se generan en la institución, ya que al pasarla por alto, se presentan reprocesos, falta de compromiso y desconocimiento de lo que hace, multiplicando así los gastos innecesarios, volviendo así el sistema mucho más costoso. La implementación de la triple meta en salud, no habla del menor costo, hace alusión al más justo.
Bastante falta le hacía al sector salud, que desde el gobierno central se liderara la recuperación del espíritu del sistema, en donde todos queremos sentirnos acogidos y bien tratados.
Construir esta cultura no resulta tarea fácil, cuando ya existen tantas prácticas y conceptos establecidos en el imaginario de quienes se han formado en un sistema con tantas falencias, pero sembrar la semilla y trabajar fuertemente por una buena cosecha vale la pena el esfuerzo.