El problema no es Dios

       Por Marcos Velásquez.                                                                         FOCUS Por: Marcos Velásquez El problema no es Dios.  A lo sumo, él desea lo mejor para cada uno.  Él es amor.  Quien está en armonía con él no es un canalla.  Por el contrario, es un sujeto que se entrega en alma, vida y corazón al bien, teniendo presente que éste parte del respeto al otro, a la diferencia, a los ritmos, procesos y momentos de verdad de cada sujeto. Dios es el padre del...


Por Marcos Velásquez.                                                                        

FOCUS

Por: Marcos Velásquez
Por: Marcos Velásquez

El problema no es Dios.  A lo sumo, él desea lo mejor para cada uno.  Él es amor.  Quien está en armonía con él no es un canalla.  Por el contrario, es un sujeto que se entrega en alma, vida y corazón al bien, teniendo presente que éste parte del respeto al otro, a la diferencia, a los ritmos, procesos y momentos de verdad de cada sujeto.

Dios es el padre del amor.  De él emana la bondad, es el referente de la protección, la justicia y la salvación.  Sin embargo, el hombre ha politizado a Dios.  Lo ha materializado, lo ha llevado al plano de la justificación de los actos según sus intereses, creencias y demandas más egoístas y caprichosas.

Hoy hay iglesias según el número particular de quien lo requiere.  Hay más iglesias que fe, más feligreses que respeto, más demanda de diezmo que preocupación por la erradicación de la pobreza.

Hay más ritualidad y fanatismo que fe.  Porque la fe es el amor.  El amor permite la paciencia, la prudencia, la escucha y la posibilidad de darle al otro la oportunidad de que encuentre por sí mismo su camino, su equilibrio.

La manipulación de Dios ha llevado a que se recrudezcan las tribus, los guetos, las mafias o la concentración ideológica de cómo se ha de erigir el gobierno de los hombres.

Al parecer, por desorientarnos en el individualismo materialista de hoy, hemos permitido la asunción de líderes que enarbolan la bandera del odio, el rencor o el materialismo canalla.  Sujetos que pensando sólo en sí mismos logran seducir a los faltos de conciencia de sí, para que los apoyen en la consecución de sus intereses, sintiéndose éstos últimos agradecidos con su mirada o con el sostén de sus heces.

El costo de llegar a pensar que todo es posible, nos lo recuerda Dios con su amorosa prudencia, al ceder el espacio para que los incrédulos o los fanáticos obren a partir de sus estúpidos actos de devastación.

El filósofo que clamó por la presencia de Dios nos lo advirtió cuando escribió <<Humano demasiado humano>>.  Veo con estupor que la segunda guerra mundial sea sólo el preámbulo de la desmedida búsqueda del hombre por la conquista absoluta de lo que Dios, a través de la naturaleza, se jacta de señalarnos que es imposible: el dominio absoluto del todo.

Los ciudadanos asesinados en Paris no son ni de primera ni de segunda ni de ninguna categoría.  En sí mismos son sólo ciudadanos del mundo que corrieron con el sino trágico de ser los portadores del mensaje de que el lazo social está roto, y por ende, el fanatismo está a la caza de palos de ciego.

El conflicto interno en Colombia tiene sus propias víctimas, y por respeto a éstas no se puede hablar de categorías del dolor.  El dolor es uno solo.  Sin embargo, ellas también se han visto atropelladas por las canalladas de un poder obtuso, materialista y en más de una oportunidad fanático, donde la banalidad del mal es quien se gana los aplausos, cuando sólo oculta en el líder que los representa su dimensión canalla y narcisista (canasista).

Dios es amor, y el amor en sí mismo es respeto, prudencia, paciencia, escucha y ante todo, abstención de juzgar los actos del otro, dado que cada quien se encuentra en un aprendizaje dentro de su tiempo en la vida.

Sin embargo, estas palabras entran más al plano de lo ideal que al de lo convencional.  Hoy todo tiene que ser probado, demostrado y constatado.  Yo me pregunto ante ello: ¿Cómo constato a Dios, al amor, si no lo vivo?

El egoísmo, el egocentrismo, el temor a la diferencia, la demanda desmesurada de control, de que todos seamos uno, iguales a quien tiene en su imaginario una imagen distorsionada de la bondad que no está dentro de sus parámetros, es la fisura que delata que el problema no es Dios.

El problema es el poder, el petróleo, el agua, el aire, el territorio y el manejo y la posesión del dinero.

El problema es el materialismo pragmático, el canasista, que no es más que el sujeto canalla que no se responsabiliza de absolutamente nada, que quiere todo para sí, siendo un incapaz de reconocer que en la relación al otro le corresponde dar algo de él.  Es ese sujeto narcisista que sólo cuenta con una exaltación absoluta de su imagen y con eso le basta.

El problema es el pavor que existe a dar, gracias a que no se tiene nada que ofrecer, ya que se piensa que por el derecho de estar ya se tiene que recibir.  Cómo le hace falta al hombre de hoy leer de verdad.  Leer algo tan olvidado como el <<Elogio de la dificultad>>, de nuestro filosofo Zuleta.

Cómo nos ha arrebatado el materialismo de hoy de las manos de Dios, del amor, y de la oportunidad de construirlo al lado de alguien tan imperfecto como uno, pero que desee crecer con uno.  Por eso, para mí, el problema no es Dios.

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