¡Deja que se caiga el diente!

Creo fielmente que, en muchos casos, escogemos nuestras batallas.
2 semanas atrás

Los que tenemos hijos vivimos una etapa natural en su crecimiento: mudar los dientes. Algunos la disfrutan con la emoción de la recompensa del Ratón Pérez, otros la enfrentan con temor al odontólogo (ese miedo que muchos tenemos sin importar la edad), y otros simplemente temen al dolor. Y claro, siempre hay que tener lista el agua con sal para detener la sangre cuando por fin el diente se cae.

Juliana, mi princesa, tiene la costumbre de nunca avisarme cuando un diente está flojo. Siempre se le olvida, y solo me entero cuando el diente nuevo ya está asomando o incluso pidiendo pista.

Pero esta vez pasó algo muy particular. Sabíamos que su muelita estaba floja, pero ella no se dejaba ayudar a sacarla. Afortunadamente, el diente de reemplazo ni por ahí se veía. Una tarde, mientras íbamos en el carro, giré muy cerrado y, sin querer, la llanta rozó con la esquina de la calle. El pequeño movimiento hizo que Juli se golpeara con la ventana y, ¡adivinen qué! Se dio justo en la muela floja.

La muelita no se cayó, pero empezó a sangrar. Llegamos a la oficina y corrimos al baño: Abraham, ella y yo, tratando de resolver la situación que, sí o sí, ya tenía que solucionarse. Juli, renuente a que la ayudara, intentaba en vano tirar de la muela, pero nada que salía. Hasta que, por fin, me dijo:

—Mami, ya ayúdame tú, que no puedo.

No fue fácil agarrarla, pero con un leve esfuerzo, esa muelita que tanto se resistía, que estaba sostenida apenas por una patita, finalmente se soltó. Sangró un poco, pero el agua con sal hizo su magia.

¿Te has puesto a pensar en cuántas situaciones en la vida estamos aferrados a una “patita”? ¿Cuántos nuevos comienzos tenemos al alcance, pero nos resistimos a soltar? Un empleo, un negocio, una relación, un sueño, un viaje… Queremos tener el control, resolverlo todo por nuestra cuenta, como si lo supiéramos todo. Y a veces, necesitamos un pequeño golpe, un desajuste, llegar al punto de quiebre físico o emocional, para que un empujón nos saque de nuestra zona de confort y podamos avanzar.

Creo fielmente que, en muchos casos, escogemos nuestras batallas. Incluso cuando decidimos no enfrentarlas, estamos tomando una decisión que puede convertirse en un obstáculo para la promesa que Dios tiene para nosotros. Dios es un artista, y tú eres su obra maestra. Por eso, tantas cosas en nuestra vida tienen un propósito. Con el tiempo, entendemos por qué vivimos ciertas experiencias, y hasta nos decimos: “¡¿Por qué no lo hice antes?! ¿Por qué esperé tanto para resolverlo yo, en lugar de confiar en el plan que Dios diseñó para mí?”

La nueva muelita de Juli se asomó en menos de dos días y ya está creciendo rápidamente. ¿Y tú? ¿Ya sacaste esa “muelita” que no te deja avanzar? ¿Aún estás esperando que, a las malas, Dios haga su voluntad? ¡O sin miedo al futuro, te atreves a abrir camino para recibir lo bueno que él ya tiene preparado para ti!

¡Es tiempo de soltar y confiar! ✨

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