FOCUS
Para construir valor en la forja de una marca personal, hay que tener cuidado con el sentimiento de culpa.
Usualmente el sujeto cree que habla desde sí mismo, cuando la más de las veces, habla desde el influjo de sus figuras de autoridad, o desde los saldos pendientes del discurso de su familia, quienes por una parte representan simbólicamente al Otro, y por otra, le endilgan al sujeto sus anhelos incompletos.
¿Cómo puedo saber si esa deuda está viva en mis palabras? Es la pregunta que se suele hacer un sujeto que quiere liberarse del yugo del Otro, ya que el peso significante de sus imperativos, opera de modo negativo en él.
Pues bien, piense que cuando usted toma una decisión y actúa, y no se siente apenado, observado o juzgado, sino que por el contrario, usted se siente tranquilo, libre y como si se hubiera quitado un peso de encima, usted está obrando en razón de sus sentimientos.
En otras palabras, usted está siendo honesto con usted mismo y al serlo, usted puede tomar esa energía liberadora que lo habita, para continuar con su idea y, sin la necesidad de explicarle a nadie lo que hizo y lo que siente, usted está tranquilo con sí mismo.
Ese estado en el que usted se encuentra en ese momento, es un estado de equilibrio. Es un nivel de homeostasis, de cero en las tensiones que se generan de manera ineludible, entre su realidad y la imposición de las realidades de los otros y de la vida.
Sin embargo, cuando uno hace algo que quiere hacer y eso va en disonancia con lo que otros plantean, suele pasar que, antes que ponerme a reflexionar sobre lo que está sucediendo, entro en un grado de malestar que, en la mayoría de los casos, se ve cubierto por un sentimiento de culpa.
El peso de la desaprobación, hace que cargue con el malestar y con el rechazo, llevando en ocasiones, a estados profundos de tristeza, y hasta una depresión real.
Los griegos plantearon el cuidado de sí como el estado ético del sujeto, el cual le ayuda a sumir a éste una posición de responsabilidad frente a sus convicciones, el respeto a sí mismo y al otro.
Partiendo del equilibrio de lo que uno es, de lo que a uno le gusta hacer y cómo con ello le aporto a los otros, el sujeto puede entrar a relacionarse con la sociedad, para generar valor desde el civismo.
La posición ética –responsable-, del sujeto, en relación a sus actos y a la posibilidad de generar valor, riqueza, a partir de sí mismo a los otros, permite que en el examen de conciencia no haya tensiones que perturben el obrar de quien ama y disfruta lo que hace.
Sin embargo, hay sujetos que forzan su anhelo de hacer lo que apetecen, tratando de darle la espalda a las representaciones significantes que aún tienen en relación al Otro.
De modo ilusorio, éstos sujetos creen triunfar, sin embargo, el peso del éxito es su gran fracaso, porque una vez conquistada la meta, no entienden por qué se sienten mal, culpables de algo, cuando todo estaba planteado para hacer, conseguir y lograr lo que querían.
Al no tener cuidado de sí, al no saber diferenciar lo que le corresponde a él como cuota de su verdad, frente a la deuda simbólica que habita sus palabras, las cuales están cargadas del deseo de su familia o de sus figuras de autoridad, y el desconocimiento de ello no exime su obrar inconsciente en su discurso, aflora lo inesperado: el sentimiento de culpa.
Quien ha forjado una marca personal ha de ser un sujeto que actúa sin dicho sentimiento. Su deseo es diáfano en relación con sus pensamientos, sus actos y sus palabras.
Si se advierte un rasgo de malestar, por leve que sea, en relación a lo que se ama hacer, entonces el sujeto ha de revisar con cuidado lo que Freud nos dijo cuando escribió: “Los que fracasan al triunfar”, ya que, antes de estar ofreciendo con su marca personal, valor y construcción de riqueza a la sociedad, está cargando con el lastre de las palabras enlodadas por el deseo del Otro, un cumulo de presiones que devaluarán todo lo que haga.