Consideraciones sobre empleo en tiempos de COVID-19

Por: Juan Sebastián Quintero Mendoza


La crisis que vertiginosamente se acelera como producto de la pandemia y que, reflejada en la caída de los principales indicadores económicos, va acompañada también por una considerable disminución de los precios del petróleo, por el aumento del precio del dólar y la mayor volatilidad de los mercados, supone un reto enorme para cualquier economía, y especialmente para los mercados laborales.

Los datos de empleo divulgados la pasada semana así lo indican: entre febrero y mayo se perdieron 1.4 millones de empleos, que no se reflejaron plenamente en la tasa de desempleo por la caída en la tasa de participación, de 63.2% al 59.2%. Cerca de 1.5 millones de personas pasaron de ser activas en el mercado laboral, a formar parte de la población inactiva, pero esta vez, no necesariamente por una decisión personal, sino tal vez por la restricción al trabajo derivada de la pandemia y de las medidas para contenerla.

Y aunque ya se ha empezado a implementar la reactivación inteligente, siguen estando en la discusión pública tres enfoques posibles: el escenario de una cuarentena estricta que con inmensos costos económicos garantice un control mayor para reducir el número de contagios y darle tiempo al sector salud para mejorar su capacidad instalada, con el fin de atender la pandemia. Un segundo escenario contemplaría la posibilidad de levantar las medidas de prevención, eliminando por completo las acciones previamente tomadas.

Y, finalmente, un tercer escenario que avance en lo que el gobierno ha denominado “aislamiento inteligente”, proponiendo entonces extender medidas de aislamiento para mayores de 70 años y grupos de mayor vulnerabilidad frente al virus, al igual que mantener la suspensión de actividades que suponen aglomeraciones como recreación, educación, turismo, entre otros, pero permitiendo a su vez, reactivar el aparato productivo bajo estrictas prácticas de salubridad.

Con una parte importante del aparato productivo paralizado y únicamente bajo el funcionamiento de los sectores que realizan actividades productivas, bien sea porque se consideran industrias vitales de subsistencia (productos de aseo, actividades agrícolas, industrias de alimentos, bienes básicos y sus respectivas cadenas de suministro), o porque han iniciado su proceso de reactivación (como la construcción) será sin embargo difícil hablar de creación de nuevos empleos para los próximos meses. La preocupación inmediata ahora debe ser, por ello, preservar el empleo que ya se tiene, buscando la compensación de ocupados que se dará entre el empleo perdido por quiebras de empresas y específicamente en las industrias como turismo y recreación ahora frenadas cuya recuperación se demorará por más tiempo, con el empleo de las industrias que han iniciado ya su operación, o con las que empiecen a operar en las próximas semanas.

Se debe entender la magnitud de la pandemia, las implicaciones en términos de esfuerzo logístico que demanda su atención y las repercusiones en la vida en sociedad como la conocemos. Y, con base en lo anterior, entender la necesidad de extender la medida de cuarentena nacional, como se hizo ya hasta el 25 de mayo para disminuir la velocidad de propagación del virus y potenciar la capacidad del sistema de salud actual.

Pero, por otro lado, es importante caracterizar la economía colombiana y su empleo mayormente informal, la baja capacidad de ahorro, los niveles de pobreza y la imposibilidad de que gran parte de la población para mantenerse en una cuarentena extendida en buenas condiciones. Y el hecho de que el ecosistema empresarial está compuesto mayormente por microempresas que, en muchos casos, son negocios de subsistencia, intensivos en trabajo y no en capital, con bajos niveles de desarrollo tecnológico, cuyos flujos de caja no soportan la supervivencia de la sociedad por más tiempo sin ingresos.

Con base en lo anterior, es importante considerar la crisis económica que representa tener el aparato productivo frenado para un país como Colombia, sacrificando así crecimiento económico, que en últimas significa mejores condiciones de vida para la población, es decir, mayor bienestar.

La flexibilidad del marco regulatorio laboral, si bien no es garantía para preservar el empleo actual, puede ser una excelente herramienta para amortiguar un aumento desbordado del número de desocupados en los próximos meses. Son muchos los sectores cuya reactivación tomará tiempo y que, a su vez, representan la mayor tasa de ocupación, como lo es el comercio y aquellos en los que el país venía creciendo tales como turismo y recreación.

Si bien se han dispuesto créditos para el pago de nómina de las empresas, si estas no tienen certeza de reactivar su operación para generar ingresos futuros, no van a adquirirlos. No van a endeudarse sin garantía de poder pagar en el plazo acordado, preferirán entonces liquidar y despedir a los trabajadores. A medida que contratar personal suponga menos complicaciones, trámites, costos y riesgos regulatorios, las empresas tendrán más confianza para demandar empleo una vez empiecen a reactivar su operación.