Cenicienta Esther

Por: Ana Carolina Buitrago
6 años atrás

Blog de Opinión. Había una vez una hermosa niña, a quien llamaremos Esther en esta historia, un cuento que de ficticio no tiene nada pero muy parecido al cuento de hadas, solo que esta vez el final no es tan predecible.

Ocurre en Córdoba, donde Esther, que vive en zona rural es enviada a  Montería para tener una educación de calidad, solo que no va a vivir con alguno de sus padres, sino con sus tías , y para este cuento real, vienen a ser las brujas malvadas.

Y en realidad lo fueron, ya que aunque la familia de Esther pagaba por su estadía con ellas, era obligada a hacer las tareas de la casa, lavar, planchar, cocinar, también recibía malos tratos, no la dejaban salir a ninguna parte y es donde viene a reflejar una situación de tantas que aprenderemos de ella en otros posts.

Muchas veces como padres delegamos demasiado el cuidado de nuestros hijos a cargo de terceros, no digo que esté mal, que con nuestra familia nos apoyemos para bendecirlos si nos necesitan, pero como padres debemos ser vigilantes de cada proceso, no podemos confiarnos de que están bien o como no nos dicen nada, no pasa nada.

La mamá de Esther nunca supo que su hija se fue a vivir con su primer amor a los 18 años por causa de ese infierno que vivía, no tanto por lo enamorada, ni tampoco estuvo embarazada, sino por escapar de esa dura realidad en la que nos toca algunas veces vivir y que a esa edad no entendemos ni sabemos manejarla.

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Ahora, ¿cuál es el deber ser de las cosas? La palabra nos enseña que:

4 Padres, no hagan enojar a sus hijos con la forma en que los tratan. Más bien, críenlos con la disciplina e instrucción que proviene del Señor. Efesios 6

Dirige a tus hijos por el camino correcto,
    y cuando sean mayores, no lo abandonarán. Proverbios 22

11 Hijo mío, no rechaces la disciplina del Señor
    ni te enojes cuando te corrige.
12 Pues el Señor corrige a los que ama,
    tal como un padre corrige al hijo que es su deleite. Proverbios 3

 Les recomiendo todo el capítulo 3 leerlo.

¿Qué enseñamos? ¿Cómo estamos sembrando en esa tierra para que de frutos? ¿En verdad estamos cuidando la responsabilidad en la que nos metimos cuando decidimos o asumimos ser padres?

Si hay alguien que sabe ser padre es Dios, nos ama infinitamente, nos llama, cuida, espera, bendice y corrige, eso sí, al hijo se le disciplina.

El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia. 1 Corintios 13

10 Pues nuestros padres terrenales nos disciplinaron durante algunos años e hicieron lo mejor que pudieron, pero la disciplina de Dios siempre es buena para nosotros, a fin de que participemos de su santidad.11 Ninguna disciplina resulta agradable a la hora de recibirla. Al contrario, ¡es dolorosa! Pero después, produce la apacible cosecha de una vida recta para los que han sido entrenados por ella. Hebreos 12

Entonces tratemos de ser cada día imitadores de ese Padre Celestial que siempre tiene brazos abiertos para darnos amor verdadero, si tus padres fueron como los de Esther y tal vez su descuido llegó a causar heridas graves en tu vida, yo te aconsejo que ores por ellos y expongas cada cosa que hay en tu corazón delante de Dios y perdónalos, no porque lo merezcan sino para que tú seas libre.

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En cuanto a mí, les confieso que aprendí algo muy bello de un Pastor amigo y es que, a mis hijos les estorbaré todo lo necesario mientras tenga vida, y me refiero a que estaré siempre pendiente de sus amistades, de lo que ven en su TV, lo que digan en redes sociales (decidimos que no tengan como hasta los 15 años), vigilantes y ahí, firme y pendiente de sus vidas, para que cuando necesiten un consejo, una ayuda, un SOS, la primera persona en que piensen sea en nosotros: sus padres, que siempre vamos a estar ahí, no para juzgar sino para ayudarlos.

Así como mi Papito Dios siempre me espera cada día, sin importar si he sido una buena hija o no, yo sé que Él me ama ante todo, porque mi anhelo, y te motivo a que también sea el tuyo, es tratar de darles a mis hijos el amor de la manera en que lo recibo de Dios, para que lo conozcan también y si un día falto, ellos sepan que alguien los cuida, los ama aun mas que yo y los guiará a puerto seguro.

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Bye.