A la caza de los 4 millones trecientos mil pesos

Por: Boris Zapata Romero


La apuesta presente, por el futuro, va a ser más agresiva de lo que ya era. La disminución de los ingresos no solo está presente en las esquinas de barrios y veredas de las que somos vecinos, es algo mundial; y esa situación, en un mundo que es cada vez más pequeño y competitivo, debe pellizcarnos, pues detrás de las posibilidades de empleo, empresa y bienestar, están tanto paisanos como foráneos.

En ese sentido, toda, absolutamente toda ventaja, debe hacerse valer, y todos debemos estar comprometidos en esta competencia mundial, en la que ganan quienes logren que su economía salga lo mejor librada posible. Toda flaqueza en los esfuerzos será condenada con mayor pobreza y aletargamiento económico.

El año pasado, Colombia registró cifras muy positivas para el negocio del turismo, gracias a los más de cuatro millones y medio de visitantes no residentes, que permitieron, sólo a los hoteles, un 10% más de ingresos.

Recabar en lo bonito del país, su gente maravillosa y tales, nunca sobrará; pero como del dicho al hecho hay mucho trecho, hay que tener claro que el turismo no llega si no se le “invita” a disfrutar de todas esas dulzuras, andino-tropicales, que tenemos. Se trata de un negocio agresivo en términos de mercadeo y desafíos.

Es por eso, por la resaca post pandémica y la dinámica del turismo en sí, que es tan atinado que el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, esté tramitando un proyecto de ley con el objeto de fomentar la sostenibilidad, formalización y competitividad del sector.

Es muy interesante observar que en este documento hay visos del nuevo concepto de capitalismo consciente, que poco a poco se va encumbrando, en una de sus orientaciones más importantes: el ecoturismo y la sostenibilidad.

En palabras del mismo Ministerio, el documento que busca ser ley de la República plantea una nueva definición al principio de Desarrollo Sostenible como mecanismo para alcanzar el bienestar social, el crecimiento económico, la satisfacción del visitante y el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, sin agotar la base de los recursos naturales ni deteriorar el medio ambiente.

Crea bajo esa orientación un incentivo de descuento en renta, a inversiones en proyectos encaminados al desarrollo de productos o atractivos turísticos, que contribuyan a la preservación y restauración de la diversidad biológica, los recursos naturales renovables y del medio ambiente.

Igualmente, precisa la definición de ecoturismo como “un tipo de actividad turística especializada que se desarrolla en ambientes naturales conservados y en la que la principal motivación de los turistas es observar, aprender, descubrir, experimentar y apreciar la diversidad biológica y cultural, con una actitud responsable, para proteger la integridad del ecosistema y fomentar el bienestar de la comunidad local”.

Fuera de la actualización normativa, que también busca asegurar que la prestación de los servicios por medios virtuales sea eficiente y transparente con el usuario turista, hay una tarea que debe ser abordada desde lo local, con el objetivo de apuntalar en este esfuerzo al Gobierno nacional, que es vincular a los actores de la cadena para articular los esfuerzos por atraer turismo de manera estratégica.

Estratégica desde lo comercial, y para esto debo anotar que son pésimos los liderazgos políticos, por eso es que las dependencias de turismo públicas son lo más cercano a una definición de fiasco; y en ese sentido su valor real debe aterrizar en articular a los actores del negocio, para que, de ellos, salgan los planes y proyectos de atracción turística, y si es el caso, ojalá fuera en la mayoría de los casos, de inversión pública.

El secretario general de la Organización Mundial de Turismo, Zurab Pololikashvili, lo tiene claro: “El crecimiento en los últimos años confirma que el sector es hoy uno de los motores más poderosos de crecimiento y desarrollo económico a nivel global. Tenemos la responsabilidad de gestionarlo de manera sostenible para traducir esta expansión en beneficios reales para todos los países, y en particular, para todas las comunidades locales, creando oportunidades de empleo y emprendimiento y sin dejar a nadie atrás”.

No estamos hablando de bicocas. Saquen ustedes las cuentas, cuando el Banco de la República establece que cada uno de estos 4 millones y medio de visitantes del tan añorado 2019, gastó en promedio 4 millones trescientos mil pesos. Sin contar tiquetes.

Y ojo, son gastos que en un 80% hacen fuera del hotel. Por eso es que todo mandatario local, que crea merecer turistas en su municipio o departamento, debe saber que todos también quieren un pedazo de esa tan apetecible torta, y con ese conocimiento, ponerse serios, que el palo no está pa’cuchara.