Escalada de violencia del ELN en los últimos meses deja seis militares muertos en Norte de Santander

El hecho más reciente ocurrió el 5 de octubre en una zona rural de Hacarí, donde el soldado profesional Óscar Flórez Pantoja fue asesinado por un francotirador del ELN.
4 semanas atrás
Foto: Flickr Brasil de Fato

En los últimos seis meses, la región del Catatumbo en Norte de Santander ha sido testigo de una preocupante escalada de violencia por parte del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Desde el colapso de los diálogos de paz con el Gobierno nacional en agosto pasado, esta guerrilla ha intensificado sus ataques contra las fuerzas de seguridad, resultando en la trágica pérdida de seis vidas militares y dejando a otros seis soldados heridos.

El hecho más reciente ocurrió el 5 de octubre en una zona rural de Hacarí, donde el soldado profesional Óscar Flórez Pantoja fue asesinado por un francotirador del ELN.

Las circunstancias del ataque fueron particularmente trágicas, ya que los intentos de evacuación médica se vieron frustrados por continuos ataques con armas de fuego contra el helicóptero de rescate, impidiendo su aterrizaje y sellando el destino del soldado herido.

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Flórez Pantoja, oriundo de Puerto Leguízamo, Putumayo, servía en el Batallón de Despliegue Rápido No. 7 del Ejército Nacional. 

Los ataques del ELN no se han limitado a una sola área. Municipios como Hacarí, Convención y Tibú han sido escenarios de emboscadas y ataques con francotiradores. Además, la Policía Nacional no ha sido inmune a esta ola de violencia, sufriendo bajas por la detonación de un carro bomba en la vía Salazar – Gramalote.

A pesar de este panorama sombrío, las fuerzas de seguridad han logrado algunos éxitos estratégicos. El general (r) Jorge Mora informó sobre dos operaciones exitosas que frustraron planes terroristas del ELN. El 13 de septiembre, soldados en El Tarra desactivaron cinco cilindros bomba, y el 16 de septiembre, se inmovilizó un vehículo cargado con 13 cilindros bomba en la vía entre El Zulia y Cúcuta.

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La escalada de violencia en Norte de Santander no solo afecta a los militares y policías en la línea de frente, sino que también tiene un impacto profundo en las comunidades locales.