Este jueves 29 de agosto Daniel Sanchos recibió su condena: cadena perpetua por el asesinato y desmembramiento del médico cordobés, Edwin Arrieta.
A pesar de haber pasado un año en la prisión de Koh Samui, un centro penitenciario conocido por su entorno natural y su relativa tranquilidad en comparación con otras cárceles del país, en las últimas horas se conoció que Sancho será trasladado hasta la infame prisión de Bang Kwang, irónicamente apodada el “Hilton” tailandés.
Este centro penitenciario, conocido como “El Gran Tigre”, es tristemente célebre por sus condiciones infrahumanas.
Diseñado para 3.500 reclusos, ahora alberga más del doble, creando un hacinamiento extremo. Las celdas, pensadas para 25 personas, ahora alojan hasta 60, lo que se traduce en menos de medio metro cuadrado por recluso.
La vida en Bang Kwang es una lucha constante por la supervivencia. La violencia es endémica, con peleas diarias y abusos tanto de otros presos como de los guardias. La corrupción es rampante, y muchos internos se ven obligados a pagar por su propia seguridad y necesidades básicas.
La salud de los reclusos está en constante peligro debido a la falta de higiene, la escasez de agua potable y la atención médica inadecuada. La dieta, limitada a un cuenco de arroz al día, lleva a una desnutrición generalizada. No es de extrañar que la tasa de mortalidad sea alarmante: se estima que el 25% de los presos no sobrevive más allá de su segundo año de condena.
En este infierno terrenal, el café se ha convertido en la moneda de cambio más valiosa, utilizada para obtener pequeños privilegios como una ducha o un lugar menos sofocante para dormir. Para Daniel Sancho, cada día en Bang Kwang será un desafío para mantenerse con vida, una oportunidad que, como ha dictaminado la justicia, le negó a Edwin Arrieta.
