En una mañana del 9 de abril cuando apenas despuntaba el Sol, Ever Cordero, líder de la mesa de desplazados de Valencia, se movilizaba a pie, hacia la calle principal del municipio, con el firme objetivo de participar en la marcha del Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas.
Él nunca imaginó que ese sería su último día de lucha al frente de los procesos que lideraba para que a muchas familias les fueran devueltas las tierras que un día les arrebataron los hombres de camuflado y fusil.
Mientras apuraba el paso para llegar a la concentración, fue interceptado por dos sujetos armados que sin misericordia alguna le propinaron varios impactos de bala que segaron su vida y sus sueños.
El hecho, paradójicamente sucedió un día antes de la visita del presidente Juan Manuel Santos al departamento de Córdoba, donde entregaría los títulos a varias familias que habían recuperado sus parcelas en la mítica, hacienda, Santa Paula, icono del despojo y el terror de clan Castaño.
El sur de Córdoba estaba militarizado, sin embargo, nunca se supo de sus asesinos y hasta el día de hoy las voces que rechazaron su crimen siguen esperando Justicia.
Hoy, tras cumplirse un año del vil asesinato del líder de Restitución de Tierras, Ever Cordero Oviedo, su familia aún está a la espera de las ayudas anunciadas por el Gobierno “No he sentido el respaldo que necesito de las instituciones, no lo he recibido, para mí ha sido muy duro y difícil” dice entre lágrimas, Georgina de la Cruz Pestana, viuda de Ever Cordero.
Georgina, sus 8 hijos y varios miembros de la familia Cordero tuvieron que salir del pueblo por amenazas de muerte, hace un año vive en Montería en una casa arrendada, manifiesta tener muchos problemas económicos y que pasa hambre y necesidades.
“He pasado momentos amargos no hay para la comida, Sobrevivimos de la poquita ayuda que nos da la Unidad de Protección de Testigos”, relata.
De los 8 hijos de Ever, sólo 4 están estudiando, Georgina asegura con mucho esfuerzo y poco a poco ha comprado los útiles escolares que necesitan, y entre sollozo y lágrimas lamenta haberse separado de algunos de ellos “me tocó salir de mis hijos porque cuando iba arrendar me decían que era mucha gente, perder a mi esposo y salir de mis hijos ha sido una tortura”, dice, mientras sostiene en sus manos una placa de mármol en memoria de sus esposo asesinado.