Esta entrevista hace parte de la recopilación hecha por Marcos Daniel Pineda García, en su libro “Visiones de Montería”
Por: Marcos Daniel Pineda García | @MarcosDanielPG
Miguel ‘Happy’ Lora es el héroe de mi niñez. Lo admiro desde siempre. Jamás olvido cuando llegó a Montería mostrando el cinturón de campeón mundial de boxeo. Recuerdo las calles completamente abarrotadas de gente, era un frenesí ese recibimiento, una locura. Ese día de agosto de 1985 la gente mató muchos gallos y los colgó ensangrentados en los cables de la luz con carteles que decían “Zaragoza”.
El Happy era amigo personal de mi tío Eugenio Pineda, quien lo acompañó a varias peleas mundiales en Estados Unidos. Fue precisamente él quien nos llevó a mis primos y a mí a conocer al campeón. La noche anterior del encuentro no pudimos dormir por la emoción de que al día siguiente iríamos a compartir con nuestro héroe. El Happy nos recibió en pantaloneta y de manera muy cordial. Esa tarde nos tomamos varias fotografías con él.
Con el pasar de los años, además de esa faceta fuerte de campeón, fui conociendo al Happy Lora humano. Hoy, con autoridad porque lo he tratado mucho, doy fe de que él es un ser absolutamente noble. Nunca lo he notado de mal genio, su apodo lo define perfectamente, y el único día que lo vi triste fue cuando lo acompañé en la funeraria donde se estaba velando su señora madre, doña Mercedes Escudero. Es la única vez que he visto llorar a mi héroe.
Durante mi campaña para la Alcaldía de Montería en 2007, Happy estuvo a mi lado en muchos recorridos y era un verdadero ídolo en la zona rural y en todos los sectores de la ciudad a donde íbamos. Se puso la camiseta verde por Marcos Daniel y me acompañó con toda la convicción, porque creyó en el sueño de una mejor ciudad. Cuando ganamos la Alcaldía no dudé en pedirle que me asesorara en la Oficina Municipal de Deportes y allí trabajamos juntos durante cuatro años. Era una figura representativa que llevábamos a todos los colegios como ejemplo de vida. Posteriormente logramos que la Universidad de Córdoba le otorgara el título honoris causa en Educación Física, supremamente merecido.
Hoy sigue siendo el “Happy” de siempre, a quien conocí de niño y que ahora es mi amigo personal. Lo aprecio profundamente porque él es especial, no solo porque nos dio y sigue dando muchas alegrías, sino también por la nobleza y generosidad que lo caracterizan. Por ello es un personaje muy querido, tanto que cuando camina por las calles la gente aún le grita “¡campeón!”, lo paran para tomarse fotos con él y lo abrazan o chocan sus puños con cariño y admiración.
Montería está en Mora de hacer una estatua en honor a su eterno campeón, al mejor estilo de la que tiene Rocky Balboa en Philadelphia.
Happy, te convertiste en campeón mundial de boxeo la noche del 9 de agosto de 1985, al ganarle un combate duro al mexicano Daniel Zaragoza en Miami. Yo tenía ocho años, pero recuerdo bien la felicidad que eso produjo en mi familia y en Montería, y tiempo después me di cuenta de que ese triunfo, en realidad, alegró a toda Colombia. ¿Tú eras consciente de lo que habías logrado?
Es verdad. Recuerdo como si hubiera sido ayer ese 9 de agosto de 1985, cuando Daniel Zaragoza me dio la oportunidad de disputar el título mundial en la ciudad de Miami. Era la primera vez que yo iba a pelear con un zurdo y eso era lo único que me preocupaba. En los cuatro primeros asaltos estaba un poquito descoordinado, al ser él zurdo yo estaba bastante incómodo, pero puede acomodarme al estilo hasta que en el cuarto asalto le di una derecha al mentón y lo envié a la lona tres veces en el transcurso de la pelea. Gané, gracias a Dios, por decisión unánime de los jueces.
La noche de la pelea llevé mi sombrero vueltiao y el porro María Varilla sonó en el Tamiami Fairgrounds Auditorium.
¿Te costó mucho dominar esa guardia al revés?
Yo había entrenado con Amílcar Brusa, un argentino veterano que me decía: “al zurdo hay que pegarle con la derecha al pecho, pégale al pecho y cuando él baje un poquito te vas a encontrar con la barbilla, y ahí lo vas a tumbar, pero siempre tírale la derecha por el centro. No dejes de tirarle la derecha, que con alguna lo coges”. Efectivamente: de tanto tirarle le pegué en el mentón y el hombre cayó, ese golpe lo descontroló totalmente. Después le di un golpe de izquierda en el hígado, con el que también lo envié a la lona. En el quinto le pegué en la barbilla y lo devolví a la lona, pero se levantó. Los mexicanos son supremamente guapos. Me aguantó los 12 asaltos. Así me coroné campeón mundial de peso gallo, el primer campeón que tuvo Montería.
Esa victoria fue tan grande, que el entonces presidente Belisario Betancur te recibió en el Palacio de Nariño y te mandó a Montería, junto con tu comitiva, en el avión presidencial, algo que nunca había sucedido con deportista alguno, y que tampoco ha vuelto a suceder…
Sí, yo todavía recuerdo cuando el presidente me recibió en el Palacio de Nariño, en Bogotá. Me condecoró y me dijo: “mijo, ¿cuándo se va para su tierra?, allá lo están esperando. Yo lo voy a mandar en el avión presidencial, Happy, lo voy a mandar, campeón”.
En Montería te recibieron con la caravana más grande que ha habido en la historia de la ciudad. ¿Tú recuerdas la euforia de los monterianos ese día?
Lo recuerdo con mucha alegría, con mucha nostalgia, con un sentimiento grande de agradecimiento. Por ahí un amigo todavía tiene el video de mi llegada al aeropuerto y fotos, siempre nos ponemos a ver todo eso. Cuando llegué al parque me recibió toda la gente de Montería…
Happy: contra la opinión de varias personas que te decían que no lo hicieras, tú decidiste lucir el sombrero vueltiao en el ring, antes y después de las peleas. ¿Por qué querías mostrarle al mundo un accesorio tan monteriano y cordobés?
Eso yo lo soñé cuando tenía 13 o 14 años. Visualicé el futuro y me dije: “yo tengo que ser campeón mundial y algún día cuando vaya a pelear un título a cualquier parte del mundo, de la única manera en que yo puedo identificarme, a mi tierra, a mis ancestros y a mi raza zenú, es usando el sombrero vueltiao, y con el porro María Varilla sonando mientras suba al ring”. Así fue, todos esos sueños se me hicieron realidad y en todas mis peleas yo subía al cuadrilátero con mi sombrero vueltiao, así lo di a conocer en todos los países que visité. Hoy en día es símbolo nacional.
Yo recuerdo, campeón, que el puertorriqueño Wilfredo Vásquez te metió una mano que por poco te hace perder la pelea. Quizá ese fue uno de los golpes más duros que recibiste…
Sí, es que Wilfredo Vásquez era un boxeador de un récord impresionante, que pegaba muy fuerte con ambas manos; él era el favorito para ese combate, la gente lo daba como ganador por el récord que llevaba de todas las peleas por nocaut. Pero afortunadamente peleamos en Miami y yo allá era un ídolo, por eso el público estaba a mi favor. En el segundo asalto le di un gancho de izquierda a Wilfredo Vásquez con el que lo envié a la lona, cayó sentado, pero se levantó. En el cuarto asalto me pegó en el pómulo derecho haciéndome una fisura en el malar y sentí que se me durmió media cara, media dentadura, porque me fracturó y me dejó sin sensibilidad. Cuando me levanté pude aguantarme en ese asalto y sonó la campana, gracias a Dios. Vino el quinto asalto y me recuperé de ese golpe tan duro y pude imponer mi boxeo, mi estilo de buena cintura, buenos movimientos y le gané una pelea bastante difícil.
¿Por qué perdiste el título contra Raúl ‘Jíbaro’ Pérez?
Es una pregunta maravillosa, me gusta que me la hagan. Yo tenía problemas de peso, en esas últimas peleas uno va cogiendo más cuerpo. Yo le estaba quitando la hegemonía del peso gallo a los mexicanos, ellos siempre habían mandado en esa categoría y yo iba para la octava defensa. Don King, que era el apoderado de Alberto Dávila, a quien yo había derrotado en Barranquilla y luego en Los Ángeles, con toda la gente del Consejo Mundial de Boxeo me hizo ‘una’: yo tomaba un poquito de suero Pedialyte en cada pelea para hidratarme, porque yo bajaba mucho de peso y perdía potasio; entonces, en una muestra de orina ellos vieron que salió el suero Pedialyte, algo ‘extraño’. Cada dos días yo me inyectaba aquí en Colombia Apiforte, que es una vitamina, hierro, y tomaba suero. Ellos me hicieron pelear con Jíbaro Pérez, pero un mes antes me hicieron ir la corte de San Diego, California, a aclarar qué era eso extraño que había salido en la orina.
Estuve diez días en Estados Unidos y ya faltaba mes y medio para la pelea. No entrenaba casi y fui perdiendo forma y ganando peso. En ese momento me tocó bajar más o menos diez kilos en cuarenta días y me descompensé totalmente; cuando la pelea estaba cerca me tocó bajar ocho kilos en una semana. Lograron lo que querían: quitarme el título para ellos no perder la hegemonía de los gallos, pero sinceramente si uno ve la pelea con Jíbaro Pérez, fue bastante pareja. Yo creo que hubiese sido un empate, pero fue por decisión.
Pero bueno, en la corte gané, demostré que fue una patraña lo que me hicieron. Cuando iba a demandar a la Comisión Atlética de California, el presidente del Consejo Mundial de Boxeo, José Sulaimán, dijo que me iban a quitar el título, que si yo demandaba ellos me declararían campeón en receso. No alcancé a demandar por el daño que me hicieron, pero salí absuelto de ese problema.
¿Cuándo y por qué decidiste retirarte del boxeo?
En junio de 1993, en la última pelea en San Juan de Puerto Rico. Allí peleé con Rafael del Valle, que me ganó porque también tuve que bajar mucho peso… ya yo tenía 34 años. Fue mi última pelea en el coliseo Roberto Clemente, buscando nuevamente el título con Rafael del Valle, quien era el campeón y yo el retador. Traté de conseguirlo, pero me ganó por decisión con 12 asaltos. Mi familia, mi esposa, mis hijos, mi mamá, mis hermanos me dijeron: “ya, retírate, estás cogiendo mucho golpe”. Ya no tenía los mismos movimientos rápidos, tenía muchos problemas y opté por retirarme del box.
Siempre te he escuchado expresar, en público y en privado, tu amor por Montería. ¿Por qué quieres tanto a esta ciudad?
Bueno, doctor Marcos, yo soy muy familiar, de un corazón noble, aquí nací en familia, mis abuelos, mis amigos de barrio, mi gente que me saluda dondequiera me ve. Esta es una ciudad bonita, cálida y ahora mucho más… así era que yo quería ver a Montería, con mucha más proyección. Yo viví cinco años en Miami, pero a mi Montería no la cambio porque a mí me gusta levantarme a tomarme el tinto de la mañana con los amigos que siempre van a visitarme a la casa. La gente va, me llama, me invita a charlar, a recordar anécdotas, eso me llena, la gente de Montería es muy buena, cálida, noble y amable. Eso no me deja ir de Montería.
¿Cómo crees que podemos rescatar el talento que existe en nuestros niños y jóvenes para que en el futuro Montería y Córdoba tengan más campeones mundiales de boxeo?
Poniéndole mucho más interés a este deporte. Buscar talentos y motivarlos, ir a los barrios, hacer boxeo al parque, hacer boxeo cada 15 o 20 días en los barrios y organizar más gimnasios, más clubes y escuelas de formación. Este es el deporte que más le ha dado glorias a Montería y está abandonado, necesita apoyo de las empresas públicas y privadas.
Cuando uno te ve, nota enseguida que así como tu apodo, eres un hombre feliz y optimista. ¿Por qué estás siempre lleno de esperanza y de buen humor?
Porque soy una persona que se aferra a Dios. Desde niño, como desde los 8 años, mi vida fue dura en muchos aspectos, pero eso no me ha impedido estar siempre de buen humor, con ganas. Procuro siempre brindarles cariño a los demás y aconsejar cosas buenas. Quiero y respeto al prójimo… me levanto contento y así también me acuesto, riéndome. La humildad le gusta a la gente, eso me ha llevado a ser un hombre feliz. Me siento contento: estoy casado, tengo tres hijos y dos nietas, y todo eso me hace feliz.
¿Qué es lo que más te gusta de Montería?
El calor humano, que es una ciudad agradable y sabrosa, la comida, la gente. Yo salgo a la calle y recibo invitaciones por todos lados, me condecoran, los amigos me llaman, la gente es muy buena.
¿De qué forma crees que podríamos mejorar a Montería?
En la parte vehicular le falta un pico y placa y más vías de acceso para la movilidad; y bueno, que vuelva a la Alcaldía usted, doctor Marcos, se lo digo sinceramente: esa sería la felicidad más grande que me puede dar a mí y a todos los monterianos. Todos quieren que usted vuelva a ser alcalde de Montería.