La crisis en Bolivia dejó de ser una abstracción macroeconómica y se convirtió en “malhumor cotidiano” para los ciudadanos que enfrentan inflación del 24% interanual, la más alta en 39 años, y escasez generalizada de productos básicos.
La escasez de combustible genera el mayor malestar diario. “Soy transportista hace 45 años y nunca viví algo así. Dos días de cola. Es desesperante”, se queja un camionero que lleva 7 horas de espera en una estación de servicio.
En El Alto, los transportistas acordaron un código de convivencia: dejan ladrillos o conos para reservar su lugar en las filas mientras van a comer o descansar. “En los peores momentos de la escasez, los transportistas llegan a pasar la noche dentro de su camión”.
Luis Fernando Alcazar aguardó 6 horas en su auto desde las 7:30 de la mañana. “Esto se convirtió en habitual en los últimos meses. De golpe nos cambió la vida en sociedad. Hay que dedicar casi un día en cargar combustible y uno se priva de compartir este momento con su familia”.
Existe restricción para comprar dólares a cotización oficial de 7 bolivianos, mientras en el mercado paralelo fluctúa entre 13 y 20 bolivianos. Los bolivianos se organizan en grupos de WhatsApp para informarse sobre estaciones con combustible disponible.
Bolivia tiene un déficit fiscal del 10% del PIB, donde el subsidio a combustibles representa el 4% del producto interno. La crisis explota cuando Argentina dejó de comprar gas y Brasil buscó alternativas energéticas, reduciendo drásticamente los ingresos en dólares del Estado boliviano.
Con información de El Observador de Bolivia






