Se sentó en el taburete del patio a descansar la fatigosa jornada nocturna de plasmar en el papel la página 225 de su estancada novela. Los dedos de las manos estaban acalambrados de tanto digitar sobre el ordenador miles de palabras que fueron borradas una y otra vez para construir solo 2 párrafos que harían falta.
Extenuante faena que entre cigarros y un termo de Café Córdoba aunaban energías para reprender a gritos el sueño que apolillaba la tan rebuscada y codiciada inspiración. Fueron seis horas seguidas que la pasión de armar la narrativa adecuada combatió minuto a minuto al trasnocho y estado de sonámbulo que podía llevar al error.
Los ojos ya no cerraban, aunque el cuerpo pedía descanso, se quedaron abiertos, congelados como estatua. ¿Habría valido la pena tanto sacrificio de noches en vela para culminar aquel extraviado final de un escrito de año y medio?
Quizás la gente opinaría que estaría loco y desvariando, que la tanta lectura lo llevó a una fase de alucinaciones y necesitaría tratamiento psiquiátrico, pero no, Marciano estaba más lúcido que nunca… En el ocio de la luz del día llegaban rafagazos de ideas y en el silencio profundo de la noche oscura armaba el rompecabezas de sus relatos para conciliar y dejar el orden de frases que llevarían el hilo conductor que saciara el agrado de los lectores.
La posibilidad que el libro pegara y se vendiera era remota, muy lejano de que, aunque fuese una buena novela, otros factores influirían en ese camino suertudo del éxito. Mientras tanto, para el resto de los mortales, sería un bohemio abandonado en su inframundo de ilusiones.
Cabizbajo y meditabundo permanecía Fidel en la sala de su casa, la cual no tendría muebles, ni mesa, ni adornos. Paredes manchadas de pinturas y pisos pringados de las mismas; pinceles de todos los tamaños regados en las esquinas, cuadros y lienzos amontonados que pincelada tras pincelada buscaban la obra maestra que lo catapultara en el podio de los pintores y artistas consagrados de la elite cultural.
A diferencia de Marciano, Fidel dormía adoctrinado como las gallinas, buscaba el refugio del alivio al iniciar la noche y despertaba con el primer canto del gallo en el alba que precipitaba el día. No requería del silencio fantasioso de la oscuridad, por el contrario, anhelaba luz plena para forjar el color en el blanco lienzo que esperaba nuevos trazos donde se formara una historia que expuesta en galerías lograse el aprecio de un ojo con mirada bondadosa de valorar no solo el arte, sino también en dinero.
Marciano tendría un cuarto apartado en su casa lleno de libros, era su refugio y laboratorio de producción de lo que más y mejor sabría hacer. Podría durar días enteros sin salir a la calle. Fidel habría convertido su casa en una galería, ventanas y puertas abiertas para visibilizar el mínimo detalle de sus pinturas.
El pintor Alejandro Obregón y el escritor Gabriel García Márquez, acaecerían de pasar penurias, sacrificios, dificultades, desamores, señalamientos de improductivos en sus familias, y hasta mendicidad en el caso del escritor cataquero cuando vivió en París.
Los desafíos para el artista son enormes, no solo enfrentan el menosprecio de una sociedad que ve estos oficios de forma despectiva, sin futuro, también el de familiares que en vez de dar ánimos y respaldar, hunden las ilusiones en fangos de descréditos. Adicionalmente, las faltas de apoyos gubernamentales para abrir el abanico de posibilidades y facilitar el camino a quienes desean vivir del arte.
El arte refleja un papel vital en la cohesión social y la crítica cultural, resplandece la cultura, historia y memoria de las sociedades, permitiendo la comunicación entre diferentes grupos y generaciones, transcendiendo barreras lingüísticas y culturales. En definitiva, el arte une, pero necesita una mirada de mayor valor en todas las esferas de la sociedad en general. El hacedor de arte ejerce una profesión igualmente que todas las existentes, antes son unos tocados por lo divino, por lo sublime, que quiérase o no, son privilegiados. Algunos logran adentrarse con la disciplina, otros desde el vientre traen consigo las habilidades que la academia y los estudios en algunos casos no logran transmitir.
El poeta argentino Jorge Luis Borges decía “Corregir una página es muy fácil, pero escribirla, eso sí que es bien difícil” y los artistas todos los días construyen esas páginas tras tormentosos y tortuosos caminos buscando la perfección, para venir nosotros en una sola mirada pretender corregir lo que tardo horas, días, meses y hasta años en construirse.
Marciano y Fidel hoy serían ese Gabo y Obregón que por momentos fueron ignorados en la sociedad de aquel entonces, mañana pueden ser llamados maestros, debido a la trayectoria y logros que los puedan elevar en el trasegar de los años. Ahora y mañana serán “artistas”, porque así lo decidieron un día, dejarse llevar la mano por la escritura y la pintura; el uno viviendo el síndrome de la lechuza, cazando noches para amontonar líneas narrativas que cuenten historias, y el otro, dejando que el lienzo en blanco lo rete a plena luz del día en el universo de colores.
Buen viento, buena mar
POSDATA: Atentos a las bases y criterios del Premio de Periodismo Cultural Guillermo Valencia Salgado, único en el Caribe Colombiano, motivando a la prensa regional a resaltar la cultura del departamento de Córdoba. El Premio se hace en honor al personaje más icónico de la cultura cordobesa. #GanateunGoyo.