“Uno es víctima de su propio invento”, dice Fabián* mientras describe el momento de su accidente. Ejercía como radista en una de las estructuras guerrilleras del Eln, durante cuatro años se acostumbró a cargar entre tres y cuatro minas antipersonal, según él para su seguridad y la del radio que debía proteger.
Dentro de su rutina estaba sembrar y desactivar artefactos explosivos improvisados a diario, se había convertido en un proceso repetitivo, hasta el día en que la confianza le jugó una mala pasada, “fue un error, me mandaron a desactivar una mina para que unos compañeros, unos comandantes pasaran, la había hecho otro , la levante y el error mío fue que la moví y ella estaba directa, eso me elevó, a mí no se me olvida, yo no perdí el conocimiento , vi unas luces oscuras, moradas, de todos los colores”. Fabián* perdió la vista y sus extremidades superiores, la explosión fue tan fuerte que sus compañeros exclamaban ¡se mató, se mató!, mientras él intentaba ponerse de pie, pero sus brazos no respondían a sus impulsos, “yo no sabía que había perdido las manos, cuando ellos me las amarraron ahí si me empezó el dolor más bravo, porque yo no sabía que me dolía más, sí los ojos, la cara o las manos”.
Fueron cerca de 30 días los que Fabián* debió soportar sus heridas al interior del campamento de la manera más precaria, incluso uno de los guerrillero debía ventilarlo para alejar las moscas que se asentaban en sus manos, aún estaban en carne viva.
Cuenta que sus compañeros con conocimientos adquiridos empíricamente comenzaron a curarlo, pero la droga no le hacía efecto “empezaron con la mano izquierda, la curaron y taparon, y siguieron con el brazo derecho, tocó pelar el hueso porque estaba rajado, y ahí mismo empezaron a cortar, eso fue mucho dolor, yo me iba a desangrar ese día, no me pude ni parar, yo gritaba cuando mandaban esa sierra”, narró dramáticamente este hombre que paradójicamente encontró en su accidente el camino hacia la libertad.
Las minas antipersonal habían sido en diferentes ocasiones su salvación y está vez no fue la excepción, Fabián* aseguró que cuando tuvo el accidente recapacitó, “cuando uno queda así uno reflexiona, y por algo las cosas tienen que suceder, para bien, yo pensé que me iba a morir, pero por algo estoy aquí, yo creo que Dios me tiene para muchas cosas grandes y yo sé que se van a realizar algún día, porque las ganas de vivir son muchas”.
Eso no debiera de existir porque es un daño que se le hace a los seres humanos, dice Fabián* mientras agradece al Ministerio de Defensa Nacional y a la Agencia Colombiana para la Reintegración por darle estudio, en la guerrilla no sabía ni leer, ni escribir, ahora ya tiene su diploma de bachiller y de varios cursos realizados en el SENA, entre ellos de emprendimiento y marroquinería.
Su vida había cambiado y él se sentía orgulloso de ello, tenía claro que debía salir adelante, que no podía esperar, por eso empezó a vender chicles “con una caja, después dos, ya la gente empezó a pedirme más y fui creciendo hasta que ya monte mi propio negocio”. Fabián* es reflejo de las miles de historias que esconden los desmovilizados del país, que deciden cambiar su vida y apostarle a un camino dentro de la legalidad, por eso no duda en mandarle un mensaje a quienes insisten en integrar un grupo armado organizado al margen de la ley, “que dejen de hacer daño, que se desmovilicen, hay muchas oportunidades aquí afuera para salir adelante, mire mi experiencia propia, estaba bien allá y como salí, sin ojos y sin manos, por estar manipulando esos artefactos, que se desmovilicen y cojan una nueva vida , gloria a Dios vivo feliz a pesar de mi discapacidad, tengo mi trabajo, mi esposa y ahí voy para adelante, la felicidad esta en no hacer el mal a nadie , cuando usted le hace mal a alguien tarde que temprano le llega a usted, esa es la felicidad vivir en paz y tranquilo”.
En lo que va corrido del año 2015 en la Séptima División del Ejército Nacional, 67 guerrillero han encontrado en la desmovilización la felicidad de la que habla Fabián*, aseguró el coronel Martin daza coordinador del Grupo Asesor del Comandante (GAC), quien además agregó que una persona que deja las armas y se acoge al Programa de Atención Humanitaria al Desmovilizado que ofrece el Ministerio de Defensa Nacional, es vital para la ubicación de artefactos explosivos improvisados, la disminución de la capacidad de fuerza de los grupos armados al margen de la ley y se convierte en una persona menos que afectará los objetivos estratégicos de una región basados en la economía y en los diferentes proyectos que se vienen desarrollando en los departamentos.
*Fabián: Nombre ficticio para proteger la identidad.