Cambio, “extremo”, en la Fiscalía

Por primera vez desde su creación, en 1991, la Fiscalía ha decidido transformar completamente no solo cómo está organizada sino cómo investiga. Una ley aprobada el año pasado y ocho decretos promulgados en enero son la base de los cambios. A partir de ahora deberá gerenciarse de forma radicalmente distinta. Y van a cambiar drásticamente los métodos de investigación. Una ambiciosa reforma cuyo resultado está por verse y que definirá el balance final de la administración de su autor, el fiscal Eduardo Montealegre. Un terremoto sin precedentes en sus casi 25 años de historia sacude a la Fiscalía General de
11 años atrás
Un gran cambio en la estructura y la filosofía investigativa de esta entidad desde su creación en 1991.
Un gran cambio en la estructura y la filosofía investigativa de esta entidad desde su creación en 1991.

Por primera vez desde su creación, en 1991, la Fiscalía ha decidido transformar completamente no solo cómo está organizada sino cómo investiga. Una ley aprobada el año pasado y ocho decretos promulgados en enero son la base de los cambios. A partir de ahora deberá gerenciarse de forma radicalmente distinta. Y van a cambiar drásticamente los métodos de investigación. Una ambiciosa reforma cuyo resultado está por verse y que definirá el balance final de la administración de su autor, el fiscal Eduardo Montealegre.

Un terremoto sin precedentes en sus casi 25 años de historia sacude a la Fiscalía General de la Nación. Uno de los organismos estatales más grandes y poderosos del país pasa por una revolución que va a cambiar la vida de sus 25.000 funcionarios y, si funciona, la de millones de ciudadanos.

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La Fiscalía va a empezar a trabajar siguiendo un nuevo modelo de investigación penal, que ya viene aplicándose en algunas áreas. En lugar de que los fiscales se dediquen a investigar todos los delitos, desde pequeñas infracciones hasta crímenes contra la humanidad, como se hace ahora, se van a priorizar los crímenes más graves y de mayor impacto y los procesos más relevantes buscando entender los contextos en los que se cometen y los llamados fenómenos de macrocriminalidad. Además, se van a aplicar filtros para desechar casos que no son competencia de los fiscales.

Adaptar la Fiscalía a este nuevo modelo de investigación penal significa, según el fiscal Montealegre “todo un cambio de mentalidad al interior”. Dar un timonazo a ese inmenso navío es un reto colosal. La Fiscalía recibe unos 2 millones de denuncias al año. La carga media que tiene un fiscal es de 350 a 400 procesos, cuando el máximo debería ser de unos 85. En Bucaramanga, Pasto, Santa Marta o Villavicencio cada fiscal tiene entre 700 y 800 procesos. Hay seis modelos distintos para atender a la gente.

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Hoy la Fiscalía está dividida en tres grandes estructuras, que se replican en las seccionales: el CTI, con casi 10.000 funcionarios; la Dirección Nacional de Fiscalías, con unos 8.000, y la parte administrativa, con 4.000. Esta estructura da paso a 16 direcciones. La mitad de ellas, que tienen que ver con los temas estratégicos de política y administración, dependen del fiscal. Las otras, operativas, del vicefiscal, Jorge Perdomo. El fiscal, que tenía adscritas a su despacho cinco fiscalías, solo mantiene la delegada ante la Corte Suprema de Justicia. Las demás pasan a dos direcciones, y se reorganizan con el objetivo de especializarlas.

Habrá una inyección de personal, con más de 3.200 nuevos funcionarios. En los próximos tres años, el número de fiscales pasará de 4.500 a 5.500, y el de investigadores profesionales, de 65 a casi 1.000.

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La reforma de la Fiscalía es esperada y necesaria. El gran reto de sus autores es lograr que su paquidérmico navío cambie de rumbo. Pero, para resolver los inmensos problemas que arrastra el sistema judicial, es apenas el primer paso.