La región Caribe de Colombia enfrenta un nuevo desafío que amenaza la seguridad alimentaria de sus habitantes: los eventos climáticos extremos. Según la reciente evaluación del Programa Mundial de Alimentos (WFP), el cambio en los patrones de lluvias y las sequías han sido las principales afectaciones reportadas por los hogares de la región en los últimos seis meses, siendo más visibles en los contextos rurales.
Estos fenómenos climáticos han tenido un impacto directo en la capacidad de los hogares para acceder a alimentos suficientes y nutritivos.
Las sequías han afectado la producción agrícola, reduciendo la disponibilidad de alimentos y aumentando los precios, mientras que los cambios en los patrones de lluvias han alterado los ciclos de siembra y cosecha, generando incertidumbre y pérdidas económicas para los pequeños agricultores.
La evaluación del WFP revela que el 61% de los hogares rurales de la región Caribe han sido afectados por estos eventos climáticos, en comparación con el 45% de los hogares urbanos.
Esta disparidad pone de manifiesto la mayor vulnerabilidad de las zonas rurales, donde la dependencia de la agricultura y la falta de sistemas de riego adecuados hacen que los hogares sean más susceptibles a los impactos del clima.
Las consecuencias de estos eventos climáticos extremos van más allá de la mera disponibilidad de alimentos.
La inseguridad alimentaria resultante tiene un efecto dominó en la salud, la educación y el desarrollo de las comunidades afectadas. Los niños son particularmente vulnerables, ya que la desnutrición durante los primeros años de vida puede tener consecuencias irreversibles en su crecimiento y desarrollo cognitivo.
