Por Nelson Rentería
REUTERS |Decenas de miles de personas de todo el mundo celebraban el sábado la beatificación del arzobispo Óscar Arnulfo Romero, mártir de la guerra civil en El Salvador, en momentos en que el país centroamericano sufre una de las peores olas de violencia.
Romero, un referente en el mundo por sus llamados al diálogo y la reconciliación en los años previos a la cruenta guerra civil (1980-1992) fue beatificado en San Salvador ante una multitud, tras años de debate en el Vaticano sobre si su mensaje estaba apegado a la doctrina de la Iglesia o respaldaba a la izquierda rebelde de América Latina.
La ceremonia, oficiada por el cardenal Angelo Amato, un enviado oficial del Papa Francisco, llegó como un bálsamo para la sociedad salvadoreña, sumida en una rampante ola de homicidios y violencia atribuida a las violentas pandillas que asolan al empobrecido país centroamericano.
Las cifras de homicidios de los últimos 23 años son comparables a las 75.000 muertes bajo la guerra civil (1980-1992) que enfrentó al Ejército salvadoreño, apoyado por los Estados Unidos, y la ex guerrilla izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que hoy gobierna.
“La beatificación de Monseñor Romero, obispo y mártir, es una fiesta de gozo y de fraternidad, es un don del Espíritu Santo a la Iglesia y para el noble pueblo salvadoreño”, dijo Amato.
El enviado del Papa aseguró que el mensaje de Romero estuvo completamente apegado a la doctrina de la Iglesia y no apuntó a sembrar la división, como es acusado por sus detractores.
Los feligreses clamaron entre cantos y oraciones la intervención de Romero para que llegara la paz al país.
Virginia Sánchez, una mujer de 87 años, llegó acompañada de sus hijos temprano el viernes para acampar en las calles aledañas al templete donde se realiza el acto para seguir de cerca la emotiva ceremonia.