Montería. El sábado 3 de abril del año 2010, Gregorio Cáliz, a quien sus familiares le decían el “Goyo” salió de su casa muy temprano a averiguar un trabajo, pero nunca regresó.
Cinco años después, Alejandro, su hermano mayor, recibió sus restos, dentro de un pequeño féretro de madera. No pudo contener las lágrimas, y entre sollozos reclamó: “El Gobierno está para que proteja a uno y no para cometer un acto cobarde como este”.
Gregorio, tenía 34 años, vivía en el barrio las Canarias en Sincelejo, era el segundo de sus 4 hermanos, quienes lo recuerdan como un hombre servicial y trabajador. Su señora madre falleció sin saber qué le había sucedido.
Hoy, indignados, no les queda otra que rogar para que llegue la justicia divina, porque según ellos, la terrenal no existe.
“Goyo”, hace parte de esa larga lista de personas que desaparecieron y que posteriormente fueron encontradas muertas, vestidas de camuflado con un fusil al lado, cuando en realidad eran albañiles y jornaleros.
Fue una víctima más de una macabra estrategia del terror conocida como los falsos positivos. “Nosotros pusimos un denuncio por su desaparición y nos ayudaron a encontrar su cuerpo, no descansamos del todo, pero si nos da un reposo enorme”, comenta Alejandro.
Al igual que Gregorio Cáliz, ese mismo día también desaparecieron, Sergio Talaigua y César Pertúz, quienes al parecer fueron ejecutados por agentes del Estado, según la investigación que adelanta la Fiscalía por falsos positivos.
Todos ellos no tenían lazos familiares, ni nexos en común, pero estaban inhumanos en el mismo cementerio, en Caucasia, y aparentemente fueron víctimas del mismo enemigo.
Carmen Alicia Hoyos, Fiscal 15 especializada en Desaparición forzada, no quiso referirse a los detalles de la investigación, pero confirmó la posible participación de fuerzas del Estado con estas desapariciones y posteriores asesinatos.
La Fiscal evade las preguntas de la prensa y se limita a informar sobre el acto de entrega de estos restos óseos, que están depositados en pequeños ataúdes, rodeados con una cinta fúnebre, velas y una pequeña fotografía de las víctimas.
Los familiares parecen tranquilos, pero por momentos, al ver las fotos, muchos de ellos lloran al recordar este fatídico sábado de abril, día que los vieron con vida por última vez.