Nos falta prudencia

Por: Marta Sáenz Correa


Cuantas discordias, pleitos, enemistades, separaciones, decisiones erradas, y conflictos nos evitaríamos si calláramos en lugar de explotar, y cuanto ganaríamos si actuáramos con prudencia. Si somos personas sujetas a nuestras emociones, seremos esclavos de ellas y nos expondremos a muchos problemas. Una persona prudente se caracteriza porque sabe cuándo hablar y callar, y cuando actuar o abstenerse de hacerlo, así como por su comportamiento cauteloso.

La prudencia es el arte de decidir bien, e implica el dominio de las reacciones y emociones; es la capacidad que tiene una persona de tomarse un tiempo para juzgar una realidad o para conocer a una persona tal y como es; es la sabiduría de reflexionar para tomar decisiones de forma óptima. Además, la prudencia se asocia con la búsqueda del bien en las acciones con un criterio de justicia, es decir, hacer lo correcto de acuerdo a las normas que diferencian el bien del mal. El valor de la prudencia es fundamental en una vida plenamente consciente porque te ayuda a reflexionar sobre las consecuencias de tus actos antes de realizarlos.

La prudencia es una cualidad que disponen algunas personas que lo llevaran actuar y conducirse en la vida con suma precaución y reflexión, evitándose por tanto el desencadenamiento de posibles daños sobre su persona u otros por un obrar anticipado e intempestivo; normalmente quien actúa bajo el mando de su impulsividad no se detiene a pensar y puede cometer graves errores. La prudencia se relaciona con otras virtudes como la tolerancia, discreción, sensatez, cautela, sabiduría, madurez, discernimiento, mesura, compostura, templanza, tacto, precaución, equilibrio, ecuanimidad, entereza, serenidad.

También debemos decir que en quien actúa con imprudencia hay una ausencia de responsabilidad y de compromiso social, porque no se piensa en sí mismo y mucho menos en los demás. Por lo tanto, aun cuando dominar los impulsos es sin duda un trabajo difícil de realizar, es el camino que desemboca en la prudencia.

En la práctica, prudencia es pensar antes de actuar, dar un concepto objetivo luego de informarse a fondo, evitar las injusticias, ser oportunos al hablar y al actuar, ser asertivos y empáticos.

En resumen, el valor de la prudencia nos hace tener un trato justo y lleno de generosidad hacia los demás, edifica una personalidad recia, segura, perseverante, capaz de comprometerse en todo y con todos, generando confianza y estabilidad en quienes le rodean, seguros de tener a un guía que los conduce por un camino seguro. Evita las situaciones que hieren a los demás, ten dominio de ti mismo, evita tomar caminos errados y caer en tentaciones.

Para destacar:

El hombre prudente solo piensa en sus dificultades cuando ello tiene algún objeto. Cuando no, piensa en otra cosa: Bertrand Russell.